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La mentira como cultura 

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - El patrón cultural cubano es un árbol torcido. Tratar de enderezarlo con herramientas emergentes y en plazos, más o menos breves, como indican algunos funcionarios del Ministerio de Educación e intelectuales comprometidos, es volver a transitar por los viejos caminos del cinismo y la utopía.

El nivel de deformación es tal, que es mucho más sensato concebir otro proyecto sobre nuevas bases conceptuales y estéticas, que malgastar esfuerzos en inútiles reparaciones.

En un país donde el sujeto marginal es el que ha podido, y aún puede sobresalir, en la escala de la supervivencia, significa la imposición de un modelo de conducta antisocial que arrastra desde burdas perversiones del lenguaje hasta una lógica basada en la total inversión de la escala de valores morales.

No es una casualidad que el administrador de una carnicería, con noveno grado, disfrute de un nivel de vida muy superior al de un cirujano o un científico, de los miles graduados en los últimos 50 años.

En Cuba esas disparidades se han sedimentado de manera inequívoca, creando patrones sociales totalmente divorciados de las premisas que todavía conforman el núcleo del discurso revolucionario.

De la sublimidad de unas argumentaciones que desde un inicio aseguraron la  construcción de una nación modelo en cuanto a desarrollo material, espiritual, sin antagonismos de clase y organizada sobre la honestidad, la decencia y otros valores de importancia, se pasó al ridículo con todos sus matices  

Al constatar en su totalidad los límites del fenómeno se llega a la conclusión que la incultura es una característica indivisible de la sociedad cubana actual.

La chabacanería, el uso desproporcionado de términos groseros en las conversaciones, la constante violación de las reglas de urbanidad, las garrafales faltas de ortografía y el alarmante déficit académico en todos los niveles escolares, saltan a la vista tras un breve y limitado acercamiento a una realidad que apunta a un deterioro mayor, si no aparece la orden de acometer una profunda revisión del sistema en su conjunto.

El centralismo económico, el monopolio del escenario político por parte del partido comunista, la inexistencia de canales de expresión social autónomos, y la paródica función de los sindicatos, condicionan un comportamiento alejado de la disciplina y otras categorías existenciales tan necesarias para la oportuna regeneración del tejido social.

No es al azar que grandes porciones de la población cubana sean protagonistas de la descompostura en sus más extravagantes versiones. Existen elementos, como los expuestos en el párrafo anterior, creados con la finalidad de uniformar respuestas psicosociales.

La búsqueda del control y la unanimidad por parte de los gobernantes, ha ido en el sentido opuesto a la elevación del nivel cultural del país. El ejemplo cubano refleja que no es de vital relevancia el monto de los recursos empleados, materiales y humanos, para lograr el éxito en una determinada gestión.

En términos generales, la incultura llegó a Cuba para quedarse. La revolución socialista tiene el “mérito” de haber creado individuos apáticos, parasitarios, escapistas, vulgares e hipócritas. Desafortunadamente, representan la mayoría.

Comportarse como salvajes es, entre gran parte de los jóvenes cubanos, una credencial de modernidad. Ellos no tienen la culpa. Han sido moldeados por un medio donde se institucionalizó la doble moral, el odio a la diferencia, la falsa preeminencia de una ideología por encima de los valores familiares, la depreciación del trabajo honesto, entre un sinnúmero de disparates.

Deshojar los árboles y romper los bancos de un parque, aporrear gratuitamente a un anciano con una cascada de frases indecentes, llenar cualquier pared de grotescas alusiones escatológicas, revelan algunas de las diversiones más comunes entre los “cultos” habaneros.

Para cerrar con broche de oro, traigo a colación a la profesora de secundaria que se mostró indignada por un presunto muro de concreto que levantan las autoridades norteamericanas entre este país y Australia. Alguien le hizo la pregunta sobre la imaginaria obra constructiva. Suficiente para que pusiera su necedad al desnudo.

¡Pobres alumnos! 

oliverajorge75@yahoo.com





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