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Cosas de novelas

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Hace poco más de una década, cuando para profundo pesar del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR), los argumentos realistas-socialistas de luchadores sindicales y combatientes de la clandestinidad de Maité Vera empezaron a quedar definitivamente atrás, las telenovelas de Cubavisión se parecían más a los culebrones de Globo o Univisión que a la vida de los cubanos.

Salvo las majaderías de Rudy Mora, las tramas y sub-tramas se desarrollaban en un país de utilería, de calles limpias, iluminadas con bombillos ahorradores, cuidadas por simpáticas y bien alimentadas viejecitas cederistas y policías bondadosos.   
Casas amplias, pintadas y bien amuebladas, decoradas con buen gusto. Pulcros hospitales donde no faltaban  médicos ni medicamentos. Paradisíacos centros de recreación donde los personajes consumían despreocupadamente y pagaban con pesos convertibles.

Eran mínimas las señales de la vida real. No había solares ni pordioseros. Casi no se veían negros. Nadie pasaba hambre. Siempre había agua en la ducha. Todos vestían bien y eran sexy. Ni siquiera había gente fea. La chusmería era light, dosificada, cómica, puro folklore.  

El Instituto Cubano de Radio y Televisión dijo declarar la guerra a la frivolidad, pero tenía que competir con “la antena enemiga” y los bancos clandestinos de DVD. En la competencia, el ICRT arrastraba el handicap de los míseros presupuestos, la censura y las limitaciones materiales de todo tipo. 

Pero llegó la Era Raulista y aunque no crecieron los presupuestos, los temas tabúes fueron menos y las telenovelas (cuando hay fondos para hacerlas) empiezan a cambiar. Con la asesoría de la princesa Mariela y el CENESEX, gays, enfermos de VIH-SIDA, vendedores callejeros, freakies, alcohólicos, drogadictos, jineteras y marginales irrumpieron en la pequeña pantalla. Suficientemente diluidos. Digeribles, inocuos y políticamente correctos. 

El tele-psicólogo Calviño, tras analizar en un programa especial con un equipo multidisciplinario la novela de turno, Aquí estamos, acaba de anunciar triunfal el advenimiento de telenovelas cubanas que se parezcan a la vida. 

Ojala sea verdad, porque la tormenta de moralina y asquitos entre los compañeros nostálgicos del retranqueo y el más ortodoxo suche verde olivo que han provocado la pareja de lesbianas, la madre de la jinetera y los chicos malos de la actual telenovela (que en definitiva son mucho mejores que la mayoría de “los chamacos” que conozco) hacían presagiar la próxima reposición de El viejo espigón. 

En definitiva, no hay por qué asustarse. Sidharta, hijo de un tronado suicida, prefiere hacerse llamar con el nombre de Buda antes que Vladimir como Lenin, pero usa ufano la camiseta con el rostro de Che Guevara. Adonis, que no pierde la oportunidad de darnos envidia a los flacos con su torso gimnástico, no ha ido preso por peligrosidad gracias al beatífico jefe de sector de la policía. Y todos los muchachos están en un grupo teatral de aficionados, aunque ensayen en un local ruinoso, escudriñados por los chivatos del barrio, gracias a la política cultural de la revolución.  

Por lo demás, siguen las buenas casas, la ropa a la moda, las chicas de pasarela y las cervezas en cuc. Todo casi ideal, luego de un día de agobio, carencias y cochambre, para entretenerse la noche que no toca el culebrón brasileño de Flora y Donatella. Fíjense que digo casi. Si no hubiera algunas lamentables ovejas descarriadas, bisneros, broncas de marginales y  desencantos existenciales, no sería la telenovela cubana, sino el NTV.

luicino2004@yahoo.com





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