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La guerra del medio siglo

René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba., agosto (www.cubanet.org) - El periódico Granma del pasado viernes publicó una carta de Fidel Castro a Celia Sánchez, fechada en junio de 1958. El sábado, en la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional, una diputada, luego de elogiar al Comandante en Jefe, hizo referencia a aquella carta.
El jefe insurgente escribió: “Me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.

La historia posterior es bien conocida. Tras arribar al poder, comenzó la hostilidad hacia los Estados Unidos, y no “en respuesta a las agresiones yanquis contra la Revolución”, como entonces afirmaba falsamente la propaganda oficialista, sino como parte de una política deliberada, algo que la carta demuestra.

Un pueblo entero quedó así atrapado en una venganza personal. Inclusive, en 1962, Castro propuso al entonces líder de la URSS, Nikita Jruschov, que asestara el primer golpe atómico a los Estados Unido, de modo que nuestra Patria estuvo a punto de ser vaporizada. Hasta el día de hoy, la guerra dura ya medio siglo.
Hay en ese antiamericanismo una agravante. En los inicios de la revolución, la pequeña Cuba contaba con el apoyo de la poderosa Unión Soviética, país que el sábado fue recordado por el Reflexionante en Jefe en presente, como si no se hubiera extinguido hace veinte años.

Pero en los noventa, cuando había desaparecido ya esa metrópoli, la lucha a ultranza contra Estados Unidos,  continuó. Esto no debe asombrarnos si tomamos en cuenta los constantes bufidos en la misma dirección de Hugo Chávez, empeñado en morder la mano que alimenta a Venezuela.

Debemos ser comprensivos. Desgraciadamente, atacar a los Estados Unidos es una política que le gana simpatías a la izquierda carnívora del Socialismo del Siglo XXI. Después de todo, según las trasnochadas teorías marxistas, ellos son ricos porque nosotros somos pobres. Algo así como afirmar que estoy enfermo porque mi vecino está sano. Buen ejemplo de lógica comunista.

Pero ahora —hecho insólito— Castro se preocupa por esos mismos estadounidenses que son objeto predilecto de la ojeriza izquierdista. Lo intranquiliza el anuncio de Teherán de lanzar cien cohetes contra cada nave de sus adversarios, lo cual —en su opinión— provocará “el hundimiento de todos los buques de guerra norteamericanos en aquella zona”.

Es cierto es que los Estados Unidos y sus amigos cuentan con medios para contrarrestar ese hipotético ataque iraní, pero no deja de ser sano ese desvelo por nuestros vecinos del Norte que, en definitiva, son ahora la herramienta para cumplir lo decidido por la ONU.

Pero sería bueno que hubiese más inquietud por lo que haga el régimen de los ayatolas, empeñado no sólo en desarrollarse en el terreno nuclear —que es su derecho, siempre que sea con fines pacíficos—, sino en hacerlo enriqueciendo uranio, tecnología que, a diferencia de otras que le han sido propuestas y que ha rechazado altivamente, tiene también usos militares.





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