Osmar Laffita Rojas
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - A finales del siglo XV, Tomas de Torquemada, Inquisidor general de los reinos de Castilla y Aragón, convirtió a la Santa Inquisición en un implacable aparato de persecución, que llevó a la hoguera a miles de aquellos herejes que cuestionaban la inamovilidad de las Santas Escrituras y los dogmas impuestos por la Iglesia Católica.
El gobierno cubano ha reactivado su Tribunal del Santo Oficio, y condenado a la hoguera a uno de sus más fieles defensores, el académico Esteban Morales. La culpa de Morales fue escribir el artículo Corrupción: ¿la verdadera contrarrevolución?, que tuvo gran repercusión nacional e internacional, en el que tuvo la osadía de sacar a la luz pública los males que están liquidando desde dentro al régimen.
Como respuesta, los gobernantes ordenaron someterlo a proceso de sanción, que culminó con la separación de Morales del Partido Comunista, sin tener en cuenta su historial de incondicional defensor del régimen.
Los que pretenden los gobernantes con tal medida es enviarle un mensaje a la intelectualidad cubana, de que ellos son implacables contra los que se atrevan a asumir posturas como la Esteban Morales, aunque en esencia continúen siendo fieles al régimen.
El castigo a Esteban Morales nada tiene que ver con el espíritu crítico que la situación nacional demanda. Como es natural, las personas honestas no han dudado un segundo en identificarse con el nuevo hereje, y han asumido una clara postura: de una vez por todas hay que llevar a Cuba por el camino de los cambios, terminar con los lastres burocráticos y los esquematismos que lo frenan todo, porque lo que se levante contra el pueblo cubano, se estrellará ante su voluntad.
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