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Fobia contra fobia

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - La fobia de los cubanos ante la ampliación del trabajo por cuenta propia y otras normas de empleo no estatal es justificada. En contra de lo que pretenden hacer creer las autoridades, la  predisposición negativa que muestra la ciudadanía no está sólo en el tributo y otras políticas fiscales que se deriven del proceso en marcha.

El cese de cientos de trabajos por cuenta propia, autorizados ante similar coyuntura económica en los años 90, aún ronda en la realidad de los cubanos. Las multas, el decomiso, las prohibiciones y los altos precios a pagar a la Oficina Nacional de Acción Tributaria (ONAT), enterraron la idea de obtener beneficios con el trabajo por cuenta propia. Y ahora no será diferente. Un proceso que nace de la necesidad generada por quienes venden esta modalidad de empleo como la solución a la crisis, está condenado al fracaso.

Al parecer olvidan que fue la centralización de la economía, la violación del derecho a la libre empresa, y la sindicalización forzosa en una sola central obrera, entre otras medidas, las causantes del caos que hoy viven los trabajadores.

El descontrol, la improductividad, la corrupción, las plantillas infladas y la situación financiera que pone en la calle a más de un millón de trabajadores, son hijos legítimos del modelo económico impuesto a la nación.

Ningún ciudadano obligado a vender su fuerza laboral o su intelecto por un salario simbólico que no le alcanza para vivir, porque tiene garantizada la atención médica y la educación gratuitas, tiene la culpa del desastre.

Todo el peso de las preocupaciones del pueblo ante lo que se avecina en la esfera laboral, cae sobre las autoridades y sus cómplices, entre los que sobresalen los funcionarios de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y los secretarios generales desde el nivel nacional hasta la base.

El problema socio laboral que hoy afronta el país no surgió de un día para otro. Ni el derrumbe del campo socialista, o la crisis económica mundial que se vive en la actualidad, trajeron estos lodos.

La llamada ofensiva revolucionaria, desatada contra el empleo particular en el año 1968, fue el pistoletazo inicial que anunciaba el fin de una clase trabajadora exitosa en cada sector. Según el investigador y profesor de la Universidad de La Habana, Omar Everleny, en el año 60, el 52 % del comercio minorista era estatal; en el 63, la cifra era del 75 %, y con la ofensiva revolucionaria en el 68 llegó al 100%.

Miles de comercios y otros trabajos particulares fueron clausurados. Cientos de miles de trabajadores pasaron a engrosar la mano de obra de un Estado que si bien benefició a muchos, perjudicó a la gran mayoría.

El discurso de Fidel Castro el 13 de marzo de 1968, sentó las pautas de lo que vendría: “Subsiste todavía una verdadera nata de privilegiados que medra del trabajo de los demás. Holgazanes en perfectas condiciones físicas, que ven pasar los camiones de mujeres a trabajar en el Cordón de La Habana o a recoger tomates en Güines, y ellos están en sus negocios particulares”.

Más adelante, y cómo epílogo a esta modalidad del empleo sentenció: “No tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia, ni la industria privada, ni nada”.

En mi criterio, son razones más que suficientes para la fobia contra fobia que hoy enfrentan al pueblo y al gobierno.




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