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¿Octubre en la cultura?

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Desde 1980 los cubanos celebramos el 20 de octubre como el Día de la Cultura Nacional, en evocación de una fecha local de exaltación guerrera, la entrada triunfal del pequeño Ejército Libertador a Bayamo, nucleado en torno al hacendado Carlos Manuel de Céspedes, quien el 10 de octubre de 1868 declaró libres a los esclavos de su ingenio azucarero, y proclamó el inicio de la lucha por la independencia de Cuba.

Como el regimiento colonial, comandado por Julián Udaeta, se rindió ante el desborde ciudadano que aclamaba a los independentistas, Céspedes y sus huestes celebraron la victoria en la Plaza de la Iglesia Parroquial Mayor con un acto solemne y una conga festiva para el populacho.

En esa ocasión, Pedro Figueredo Cisneros distribuyó las estrofas de La Bayamesa, cuya música y letra compuso a mediados del año anterior con la ayuda de su esposa, la poetisa Isabel Vázquez, previa solicitud del ilustre Francisco Maceo Osorio, quien fuera después asistente de Carlos Manuel de Céspedes al igual que Figueredo.

Se ha dicho que en medio de la euforia, el creador y patriota bayamés improvisó la letra sobre su caballo para cantarla a coro por primera vez, pero los testimonios de sus contemporáneos revelan que la música y los versos eran conocidos por muchos conspiradores que guardaban silencio por seguridad. Perucho, como le decían a Pedro Figueredo, interpretó la partitura en su casa ante decenas de conjurados y le encargó la orquestación de la pieza al maestro Manuel Muñoz Cedeño, quien la estrenó públicamente en la Parroquial Mayor en ocasión del Corpus Christi, en presencia del  sacerdote Diego José Baptista y el citado Julián Udaeta, gobernador militar de Bayamo, el cual recriminó a los instrumentistas por el carácter subversivo de la marcha.

El Himno de Bayamo, interpretado el 20 de octubre de 1868 y publicado el 22 y 27 de ese mes y año en El Cubano Libre, anduvo un largo trecho en la memoria de los luchadores independentistas, quienes a veces lo cantaban en combate o al iniciar las sesiones de la Cámara de Representantes, especie de parlamento en la manigua.  

Aunque José Martí exaltó lo sucedido aquel 20 de octubre de 1868 y reprodujo en Patria las estrofas del Himno de Bayamo, en junio de 1892, el 21 de enero y el 4 de octubre de 1893, fue la Asamblea Constituyente de noviembre de 1900 la que lo declaró como símbolo patrio.

En octubre se conmemoran otras efemérides históricas, como el descubrimiento de América -12 de octubre de 1492- y la llegada de Cristóbal Colón a nuestras costas días después, suceso de gran trascendencia por los encuentros de pueblos y culturas diversas, y por la movilidad internacional que desató entre Europa y las denominadas Indias Occidentales. 

Más que un hecho de consecuencia cultural, la evocación del 10 y el 20 de octubre de 1868, señala la afición guerrera de quienes gobiernan la isla como aquellos capitanes generales designados por la metrópoli española hasta 1898.

La historia galopa en la memoria de los pueblos, pero no modela la cultura, la complementa. Habrá que reescribir el relato bélico, unilateral y simplista que mitifica y enmascara la opresión. Hoy, como en 1868, las estrofas del Himno de Bayamo, convertido en Himno Nacional, representan una disyuntiva de nuestra realidad, pero nadie llama al combate ni piensa en las armas. ¿Será que tememos a “una muerte gloriosa” o nos acostumbramos a “vivir en afrentas y oprobios sumidos?    



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