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Octubre: ¿Mes de la cultura?

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El gobierno instituyó el mes de octubre como el de la  celebración de lo que se denominó Cultura Cubana.  

El  inicio de la primera guerra de independencia, el 10 de octubre de 1868, conocida como la Guerra de los Diez Años, marca actualmente, según la propaganda política oficial el primer hecho cultural cubano. El 20 de octubre se celebra el Día de la Cultura, porque ese día, en 1868, se cantó por primera vez la marcha que luego se adoptaría como el Himno Nacional.

De esta forma, la historiografía oficial cubana vincula la identidad cultural cubana con el inicio de la primera de nuestras guerras de independencia. ¿Entonces la Cultura Cubana posee un marcado carácter de acción violenta? ¿Es la violencia separatista de un grupo de hacendados blancos de la región oriental la que impregna con esa impronta la Cultura Cubana en su búsqueda de un camino hacia la Modernidad?

Una y otra vez la historiografía oficial, marcada por la ideología y las necesidades políticas del régimen, ha aprovechado esta interpretación de aquellos acontecimientos. ¿Habían ocurrido en Cuba otros eventos de esa índole? Sí. Un ejemplo, poco interesante para los que asentaron en blanco y negro la historia de Cuba, fue la conspiración de Aponte. También despertaron poco interés las redes que negros y mestizos construyeron mediante intereses comunes, como parte de una sociedad esclavista fundada en la violencia de una estructura de clases afincada en la hegemonía del  “hombre blanco, dueño de haciendas, sobre mujeres y esclavos, sin ninguna duda de su masculinidad”, para designarlo al modo que lo hizo cierto anónimo en aquellos primeros papeles fundacionales publicados en el Papel Periódico de La Habana a finales del  1700.

Desde el siglo pasado, las preocupaciones sobre la Cultura cubana movieron a distinguidos intelectuales a estudiar desde sus puntos de vista las relaciones entre Cultura y formación de la Nación. Hasta el presente, esos estudios e investigaciones han aparecido sistemáticamente, pero en su mayor parte, impregnados por la visión sociopolítica de sus autores.

Sin caer en pedanterías intelectuales, es posible preguntarnos si estas visiones de la formación de la Nación se basan en la pluralidad que dispensan los estudios multidisciplinarios, o exclusivamente ofrecen un examen de la datación de eventos y la acción de las figuras más relevantes, embriagados por un latente mesianismo, oculto detrás de un premeditado relato de una Nación que sirva a los intereses particulares de la clase política.

Hay aún preguntas que formular, como: ¿Existe una Nación cubana? ¿La Nación cubana es ese espacio intangible formado solamente por los que se denominan “revolucionarios”, proclamados por el régimen comunista como dueños de las calles, las plazas y las instituciones?

Este pretendido predominio de una posición política sobre el espacio físico identificado como la Nación cubana no es válido, primeramente por ser excluyente, luego por dividir en “guetos” sociales la sociedad e impedir, a la vez, la formación de una cultura cívica que es la que hace falta para encontrar el camino de sanación de las grietas espirituales que padece la sociedad cubana y, por último, porque no garantiza el reconocimiento de la multiplicidad de individualidades que conforman el archipiélago sociológico existente en Cuba, a pesar de las imperiosas necesidades de aprobación social del régimen en torno a su agotado proyecto de Nación.

¿Hay, pues, una Nación cubana con una Cultura con carácter que nos identifique y nos una? ¿Son la rumba, el ballet clásico, la canción política de la Nueva Trova, el bolero, la pintura abstracta o la nueva figuración, el teatro y sus personajes travestidos, los mítines masivos con sus actos políticos, el reflejo de la Cultura cubana? Indudablemente no.

Estas interrogantes debemos plantearlas frente a cada evento con que nos quieren imponer una representatividad ilegítima, simplemente porque no son una expresión auténtica, producida por el esfuerzo creativo de los sujetos socializados. Y por la relación obtenida mediante la comunicación e integración de ellos, con otros actores dentro de sus comunidades.  




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