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Los precios en Cuba

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - No sólo en materia laboral rige un gran desorden en Cuba. En todos los aspectos de la economía por muchos años ha primado un ambiente de contradicciones y absurdos. Resulta una burla la divulgada presencia en Cuba de una ley socialista del desarrollo armónico y proporcionado, cuando lo imperante ha sido la anarquía. Jamás estuvieron vigentes planes económicos coherentes, pues meses después de iniciarse los supuestos períodos programados, los caprichos de los altos niveles políticos hacían trizas las proyecciones. Una realidad tempranamente denunciada por René Dumont, ingeniero agrónomo francés, profesional de izquierda, con años de trabajo en China y países del Tercer Mundo que, invitado a Cuba por el gobierno en los años sesenta, pudo constatar la desacertada conducción del país, acerca de lo cual plasmó sus criterios en su libro ¿Cuba Socialista? 

Dentro de ese marco de inconsistencia económica, con una increíble fragmentación de los mercados, doble moneda y ocurrencias descabelladas, generadas por un voluntarismo irracional, también ha existido un extraordinario desorden en los precios fijados por el Estado, por lo regular impuestos arbitrariamente sin tomar en cuenta los costos  -frecuentemente desconocidos, al no existir una contabilidad confiable en la mayoría de los centros productivos- entre otros factores económicos. Así, una mercancía tiene varias cotizaciones, ya sea en el sistema de racionamiento, los mercados libres estatales, los mercados de libre oferta y demanda, las tiendas de venta en divisas o el insustituible mercado negro, además de las frecuentes estafas  - las llamadas “multas”- impuestas a la población,  la entrega de productos con distinta calidad a lo ofertado o bajos de peso, y adicionales trampas de los empleados en las tiendas estatales, como  sustituir la mercancía que se vende por sus propios artículos.

Además del “descubrimiento de la libra de 8 onzas”, como señalara recientemente un conocido intelectual, se ignora la calidad de los productos para fijar los precios, y aunque metodológicamente se habla al respecto, en la práctica una libra de papa u otro producto vale igual tenga buena o mala calidad, sobre todo en los mercados estatales, que son la mayoría. Fuente, por supuesto, de ganancias extras. Todo hecho en centros laborales dirigidos por personal “confiable”, casi siempre militantes, y sin una adecuada supervisión de un Estado, que cuando se trata de coartar la libertad de los ciudadanos es sumamente eficiente.

La abundancia de precios llega a un extremo en que hasta en el sistema de racionamiento, la llamada libreta de abastecimiento, un producto puede tener dos precios; las primeras 5 libras de arroz cuestan 25 centavos, y las dos restantes 90 centavos. Puede suceder que en el mismo local, o muy cerca, el Estado venda arroz por la libre a 3.50 pesos la libra, o sea de 3.8 a 14 veces el precio del vendido racionado, lo cual permite hacer traslados con  tremenda facilidad y ganancias extraordinarias. El mismo arroz en la bolsa negra actualmente se cotiza a más de 10 pesos la libra  y en las “shoppings” –tiendas estatales de venta en divisas- se comercializa  con un poco de mejor calidad y presentación a un equivalente de alrededor de 17  pesos la libra.

Con variaciones, esto ocurre con el huevo, los frijoles. y todos los productos, lo que ha creado condiciones ideales durante decenios para la especulación en un ambiente de descontrol y falta de supervisión, donde los registros contables casi no existen, y los que hay no son verídicos, con el agravante de la dualidad monetaria. 

Por otra parte, los precios varían grandemente, como sucedió con la papa el año pasado, que de racionada a 0.40 centavos de peso la libra, pasó a liberada a un peso la libra.  Mientras, las estadísticas oficiales siguen insistiendo en que no existe inflación o es insignificante; incluso en 2008 y 2009, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), hubo un descenso de 0,1% del Índice de precios al consumidor en ambos años. Esto hace recordar la falsedad hoy derrumbada de que en nuestro país había pleno empleo, cuando se ha anunciado oficialmente que sobran 1 millón 300 mil trabajadores hasta ahora empleados.

Por tercera vez desde el 8 de septiembre de 2008, se ajustaron los precios de los distintos tipos de gasolina y el diesel. El 27 de septiembre el aumento estuvo  entre el 10,0-18,0% -de acuerdo al tipo de combustible-, aduciéndose la necesidad de poner las cotizaciones internas al nivel de las internacionales. Según las cotizaciones del barril de petróleo del tipo West Texas Intermediate (WTI), el incremento a mediados de septiembre fue de 8,3%, con respecto a igual período del pasado año (The Economist 18/9/10),  sustancialmente por debajo del alza decretada en Cuba. Esto sin considerar que las importaciones de  combustibles proceden fundamentalmente de Venezuela en condiciones preferenciales, con  financiamiento a largo plazo para la mayor parte de los  alrededor de 100 mil barriles recibidos diariamente.

El engrosamiento de los precios de los combustibles ejercerá una fuerte presión al alza de los precios de los productos y los servicios, muy en especial en el transporte, así como la producción manufacturera y la agricultura. El consumo de combustible es un elemento importante en la formación de los costos y se reflejará  inevitablemente en los precios al consumidor. En 2010 también incide la eliminación del racionamiento del cigarrillo, a razón de tres cajetillas de tabaco negro a 2 pesos cada una por persona mensualmente, y 1 de tabaco rubio a 2.50, vendidos a los nacidos después de 1954. Las cajetillas que antes eran ofertadas por la vía de la libreta, ahora se venden a 7.00 y 7.60 pesos, respectivamente, en el mercado.

Incrementos de precios también han estado presentes en las tiendas recaudadoras de divisas. Por ejemplo, el picadillo de res, marca Oro Negro, paquete de 500 gramos, recientemente tuvo un  aumento, de 2.50 a 2.70 convertibles (CUC), o sea, un alza del 8,0%. Para que un ciudadano pueda comprar 1 CUC, de forma legal y en el lugar establecido, tiene que pagar 25 pesos moneda nacional.        

El ascenso de los precios, sin una debida compensación, seguirá afectando el salario real de los trabajadores y las pensiones de los jubilados. Ello será objeto de otro análisis.




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