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El nepotismo como providencia

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Tal vez sea posible entender por qué la gente en Corea del Norte asume al tirano como a un dios, y ve como algo congruente que convierta a su hijo en general con sólo levantar un dedo. Lo que le ronca el mango, por insólito y desconcertante, es que en una isla caribeña, retozona y revirada por naturaleza, ocurra lo mismo. Y aún más, que haya estado ocurriendo durante medio siglo.

Dentro de ese estatus de modorra generalizada que algún día tendrán que estudiar los psiquiatras, creció silvestre en Cuba el nepotismo, una de las manifestaciones de corrupción más extendidas entre nuestros caciques, y probablemente la que con mayor indulgencia es tolerada por parte de la población.

De la misma incomprensible manera en que el cubano de a pie acató ayer como normal (y legal) que los jefes de la revolución se apropiasen gratuitamente las residencias de los millonarios que habían obligado a huir del país, y que luego se gastaran niveles de vida absolutamente inaccesibles para las mayorías, hoy acata que sus hijos y otros familiares vivan como millonarios en medio de una catástrofe económica nacional que ellos mismos engendraron.    
  
Es como si obedeciéramos un decálogo de la Providencia: ellos ahornaron el pastel, así que tienen licencia divina para comérselo solitos, por los siglos de los siglos. 
 
Y es en este contexto donde muestra su fea jeta el nepotismo, que aun cuando no haya sido suficientemente desmenuzado por la prensa y por los informes de la oposición, constituye una prueba de corrupción oficial escandalosa donde las haya.

A los perfeccionadores del socialismo que juegan a ser rebeldes light al proclamar desde aquí que la corrupción actúa como contrarrevolución dentro de la revolución, les convendría curarse en salud tratando de hallar razones convincentes para explicar por qué no ven como una práctica corrupta tan vieja como la revolución misma el hecho de que los hijos de papá sean favorecidos por el nepotismo, todos, tal vez con la excepción de aquellos que son vagos ricos, o incluso marginales, que también los hay, sólo que de una clase sui géneris, pues viven en chalets y ruedan los más modernos autos europeos.

Les convendría al menos sacar la cuenta para comprobar cuántos hijos de papá hay en la lista de los cientos de miles de trabajadores que van a quedar desempleados según el nuevo plan del régimen, dicen que para reformar la economía.

Por increíble que parezca, el nepotismo, al igual que otros tantos delitos relativos al abuso de poder, ha llegado a convertirse en elemento del paisaje cubano. Es como esas auras tiñosas que sobrevuelan a diario la raspadura del Comité Central: están siempre ahí, pero ya ni siquiera levantamos la vista para mirarlas, pues las sabemos merodeadoras de una altura que no se encuentra a nuestro alcance. 

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