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En la misa de Tomasito

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El espíritu de Reinaldo Arenas volvió a revolotear en La Habana, pero demasiado materialista y oliendo maraña en el ambiente, se negó rotundamente a hablar en la misa espiritual que pretendió darle Tomás Fernández Robaina (el Tomasito La Goyesca de Antes que anochezca) en la novela-testimonio Misa por un ángel   (Ediciones Unión, 2010). 

A quién se le pudo ocurrir que un muerto oscuro como  Reinaldo Arenas descendiera mansamente entre comisarios arrepentidos, saqueadores de sepulcros literarios, modositos activistas del CENESEX y parametrados-rehabilitados, algunos con el Premio Nacional de Literatura, para decir con su parsimonia holguinera: “aquí no ha pasado nada”.

Reinaldo Arenas

Tomasito, su amigo de cacerías y otras aventuras, se quedó con las ganas de volver a hablar, como en los viejos tiempos, con la Tétrica Mofeta. Se tendrá que conformar con  escucharlo cuando se le aparezca en sueños, siempre con algo que reprochar o con alguna de las tantas preguntas que  no puede responder.

Hará creer a su conciencia que por él no quedó. Pero no lo dejaron hacer. Si no pudo darle paz al alma atribulada del más irreverente y alucinante de los escritores malditos cubanos, al menos le dio el gustazo de mostrarle la Sala Villena de la mismísima UNEAC (quién lo diría)  abarrotada de público en la presentación del libro, en la tarde del 22 de septiembre. Ahí, en las mismas narices de los comisarios (algunos de ellos los mismos de entonces) y de los que lo negaron y lo quisieron borrar de la literatura cubana.   

¡Qué fuerte tú eres!, le hubiera dicho Reinaldo a Tomasito. Eso, antes de encabronarse con los aires de fraile franciscano de Fernández Robaina cuando trata de  comprender los errores y  justificarlo todo. Hasta las UMAP.

¿Quién dijo que en el más allá no se mortifican y encabronan con las cosas del mal acá? 

¿Imaginan que diría Reinaldo Arenas de escuchar a Tomasito (que en plan de médium cita a un marielito hallado muerto en un parque neoyorquino) referirse a las UMAP como una experiencia “entonces momentáneamente negativa” y vista ahora como “algo grandioso”? ¡Qué decir de la amable evocación de los guardias con perros y  bayoneta, tan machos ellos, pero que no podían hacer sino reírse de los desfiles de modas y concursos de belleza que hacían de noche en las barracas del espanto aquellas “locas de atar” para que el horror fuera menos horroroso!

Es de suponer cuál sería su reacción ante la moraleja de la misa de Tomasito: ¿Para qué se fue Reinaldo en el 80 por el Mariel, para no ser feliz tampoco en Miami ni en New York, si  todo era cuestión de esperar unos años más a que llegaran la perrísima Mariela y el CENESEX?

¿Se iba a conformar la Tétrica Mofeta con guardar sus manuscritos  a cambio de ver La Habana llena de travestis y pingueros y  una conga con permiso, bajo la bandera gay, de Coppelia hasta el Pabellón Cuba, una vez al año? ¿Cambiaría todo ese circo chichí los libros censurados, los años de persecución y cárcel?

¿Imagina alguien a Reinaldo Arenas sentado en las mesitas de la UNEAC, con su vaso de té con ron, aplaudiendo sin ganas, disimulando la cara de atacado  y riendo los chistes de los mismos que le piden la cabeza, y que en vez de darle misa, preferirían dejarlo sumido en el infierno?

Peor aún. ¿Alguien  puede imaginar a la Tétrica Mofeta en una feria del libro, estrechando la mano al Sucesor, para la foto de Granma, luego de recibir el Premio Nacional de Literatura?

¿Alguien cree que a Reinaldo Arenas la cultura oficial y sus testaferros le perdonarán alguna vez haber escrito el más despiadadamente escatológico ajuste de cuentas del que se tenga noticias en las letras cubanas? 

Puede entenderse que Tomás Fernández Robaina casi agradezca que el difunto decidiera no bajar a la misa y permanecer callado. En el mejor de los casos, si no estaba para escándalos y fajazones, hubiera hecho la misma mueca y exclamado, ya saben, lo de siempre: ¡No puedo con esta gente! 

luicino2004@yahoo.com




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