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El codiciado premio de la paz

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Cada mes de octubre los miembros de la Academia Sueca, fundada en 1786, no sólo ponen nerviosos a los escritores más destacados del mundo que aún no han recibido el Premio Nobel de Literatura, sino también a aquellos que aspiran a obtener el Nobel de la Paz. Unos por conveniencia, otros porque en realidad se lo merecen.

Eso ocurrió este año a Fidel Castro, jefe político hace más de medio siglo en una pequeña isla del Caribe.

Muchos piensan que para lograr el premio, fue que estuvo varios meses escribiendo sobre la paz en los periódicos cubanos, todos de su propiedad. También ofreció conferencias y entrevistas a personalidades extranjeras que se han destacado en la defensa de la tranquilidad del planeta. Pero todo fue en balde.

Para disgusto de los trasnochados comunistas que quedan en el mundo, el criterio político de los miembros de la Academia Sueca, que en su momento le costó difíciles relaciones con Adolfo Hitler y la Unión Soviética, fue que a Liu Xiaobo, un activista chino defensor de la democracia, le correspondía el Premio Nobel de la paz de 2010  por su “larga y pacífica lucha por los derechos humanos en China”.

Xiaobo, ex profesor de literatura en Pekín y líder durante las protestas de 1989 en la Plaza de Tiananmen, fue condenado a once años de prisión por suscribir un manifiesto en 2008 donde se pedía libertad de expresión y elecciones libres.

Y como a quien no quiere caldo le dan tres tazas, los suecos concedieron el Premio Nobel de Literatura al peruano Mario Vargas Llosa, genial escritor, autor de treinta obras y un crítico muy agudo de los gobiernos dictatoriales de Cuba y Venezuela, dos países que se enojaron con la Academia, acusada por Cuba de convertir al Nobel en disidente.

La historia del Nobel de este año no le resultó grata a Fidel Castro, quien fracasó en sus planes de hacerse con el premio de la Paz, o al menos ser candidateado. Aparentemente como parte de su campaña para mostrar su “labor por la paz mundial”, el mismo le dijo en octubre pasado a un conocido académico canadiense, “desde hace varios meses, empecé a preocuparme sobre la inminencia de una peligrosa y probable guerra que rápidamente se tornaría nuclear”.

De nada le valió su preocupación postrera. La historia bélica y voluntad militarista y violenta del gobierno castrista se la saben de memoria hasta los niños de escuela.  Incluso hace apenas unos días, Hugo Chávez, siempre hablando de guerras y batallas, dijo en La Habana que Cuba y Venezuela derrotarán al Imperialismo.

De qué forma lo harán, nadie lo sabe. Difícil imaginarlo.





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