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El sobreviviente

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – A Orlando Morales lo conocen como “El sobreviviente”. Vive en calle 304 y Ave. 7ma, en Santa Fe, municipio Playa. Lo llaman así porque jamás, en veinte años, la policía le ha prohibido que venda sus productos a la población, ni le han decomisado la mercancía, como les ha ocurrido a los otros vendedores particulares de este antiguo poblado de pescadores.

En todos esos años, nadie ha podido vender pescado, vegetales o frutas, productos que aún están desaparecidos, porque el Estado tampoco los vende. Actualmente, pese a los tan cacareados cambios en la economía, Santa Fe sigue siendo un pueblo silencioso, sin comercio, como si acabara de salir de la guerra.  

Aún así, en medio de tanta desolación, el viejo Orlando, gordo y simpático, sigue siendo el único que recorre las calles a diario en su desvencijada bicicleta soviética, pregonando cucuruchos de maní tostado y empanadas de guayaba, a peso.

Hoy, un poco más libre el ambiente, Orlando continúa con los mismos bríos que envidiarían muchos jóvenes, que parecen vencidos, sin saber qué rumbo tomar. Orlando, viejo, gordo y simpático, trabaja y duro. Cada martes va en ómnibus al centro de la ciudad para comprar un saco de maní crudo en el mercado de Belascoaín. Luego llega a su casa, y con toda la paciencia del mundo escoge los mejores granos, los tuesta en una máquina fabricada por él mismo, y luego envasa el maní en cucuruchos de papel. Las empanaditas también las hornea él, en la cocina de su casa.

Dicen quienes lo conocen que se convirtió en vendedor ambulante en los inicios del Período Especial, después de jubilarse como cocinero de Fidel Castro. Cuando le preguntan, aclara que eran cuatro los que cocinaban en Punto Cero, donde él vive el Comandante, muy cerca de Santa Fe.

En ocasiones Orlando se molesta, cuando alguien le saca en cara que la policía no lo ha molestado nunca porque fue cocinero del dictador.

-Soy un hombre humilde –dice- que tuvo un trabajo como otro cualquiera, que quizás todavía me ayuda a sobrevivir. Pero eso sí, que nadie me lo saque en cara.





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