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Casarse en el paraíso

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Cada vez se casan menos cubanos. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, en el año 2009 se produjeron 54 mil 969 matrimonios, 13 mil 972 menos que en 1980. La falta de vivienda, los míseros salarios, el costo de la vida, conspiran contra las bodas. Puede preguntar, sobre todo a los más jóvenes, si no es más fácil “descargar”, ser “amigantes”, “marinovios”, “aminovios”. Amigos complacientes, decimos los tembas…   

En cambio, ese mismo año 2009, se casaron en las playas cubanas más de 500 parejas de extranjeros. Se cree que este año creció aun más la cifra de matrimonios de turistas extranjeros. Lo dice el periodista Fernando Ravsberg en su blog.

El corresponsal de BBC Mundo en La Habana no podía creerlo, así que decidió comprobarlo con sus propios ojos y se fue a Cayo Santa María. “Lo que no significó ningún sacrificio”, explica. Y lo creemos. Sacrificio sería haber seguido viaje unos cientos de kilómetros más hasta Banes, un poblado del oriente del país, donde uniformados y turbas de energúmenos que nadie sabe si los parieron o brotaron del infierno, reprimen cada domingo a una anciana vestida de blanco que acude al cementerio a honrar a su hijo muerto en huelga de hambre.

Pero Ravsberg se fue a un hotel en la bella cayería de la costa norte de la región central a retratar bodas de turistas. En la foto que aparece en su blog, hay una pareja de canadienses, rozagantes, sonriente, vestido de blanco, a punto de besarse. Los asistentes, rollizos, también risueños, toman fotos desde sus sillas plásticas colocadas en la playa. De fondo, el mar casi sin olas, azul turquesa, las arenas blanquísimas, el cielo sin nubes.    
   
"Esto es como casarse en el paraíso",  le dijo a Ravsberg la pareja canadiense casi al unísono (¿en inglés, francés o español?), turistas al fin, egoístamente ajenos a la miseria y falta de libertades de los nativos.

El viaje a Cayo Santa María también sirvió a Ravsberg  para comprobar que “autorizar la entrada de los nacionales a los hoteles fue una sabia rectificación” que mejora la imagen del país. El periodista se sorprendió de la cantidad de cubanos que encontró en Cayo Santa María. Según él, el director del hotel le dijo que durante este verano hubo días con más huéspedes nacionales que extranjeros. “Este año tuvimos fines de semana con 600 huéspedes cubanos", dijo el director.

Ravsberg identificó fácil a los cubanos, bullangueros, riendo a carcajadas, desinhibidos, con cadenas de oro,  bailadores de salsa. Nada que ver con la tristeza que encontró recientemente en los campesinos de Chalatenango, que no se pueden hospedar en hoteles como Cayo Santa María porque se lo impide la economía capitalista. Pero eso no es sorpresa para Ravsberg, una autoridad en materia de comparaciones entre Cuba y El Salvador.

Dice Ravsberg: “Aunque el hotel ya no goza de la calma y el silencio que se vivía cuando estaba prohibida la entrada de los nacionales, en cambio los turistas de otras latitudes tienen ahora la posibilidad de relacionarse con la población del país”.

Cuando Ravsberg averiguó quiénes son los nacionales que vienen al hotel, el director le aclaró que no lleva un control  (no sé si le habrá dicho que el tal control lo lleva el Departamento Técnico de Investigaciones y la Seguridad del Estado, para saber de dónde rayos saca la gente el dinero para hospedarse), pero casi todos son artistas, deportistas, trabajadores por cuenta propia. 

¿Quién mejor que ellos para explicar a los extranjeros cómo vive la mayoría de la población en Cuba? Si acaso, para tener una imagen un poco más representativa y precisa, pudieran consultar a algún chofer de almendrón de la Asociación de Combatientes de la Revolución, o a cualquiera de las cultas y a su manera políglotas jineteras, que también aspiran a casarse en la playa y luego volar a Europa o adonde sea, para desde allá enviar a sus familiares y amigos en Cuba las fotos de su boda con un yuma en el paraíso.

luicino2004@yahoo.com





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