Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El ir y venir de los brigadistas de la campaña contra el Aedes Aegipty por el barrio, fue suficiente para saber que el mosquito rayado estaba haciendo estragos. Siempre que aparece algún caso de dengue, las visitas de los trabajadores de la campaña a las casas se hacen insoportables.

A la casa de Regla llega el agua en días alternos. Cuando más apurada estaba llenando sus vasijas, vino a inspeccionar la vivienda una trabajadora de la campaña. No habían pasado veinte minutos, cuando llegó otra a supervisar el trabajo realizado por la anterior. Regla, molesta, le dijo:

-Hoy es el día del agua. Ya casi se está acabando, y si te atiendo no me da tiempo a hacer nada. Además, ¿qué cosa es eso de que viene una y detrás la otra a supervisar? ¿Y quién supervisa a la supervisora? La basura se pasa días y días en la calle y no la recogen, las alcantarillas están tupidas hace años y los salideros son perennes. Por mucho que limpio y reviso mi casa, el vertedero permanente lo tengo en la esquina. La culpa del dengue no la tiene la gente.

Un vecino que esperaba la visita de la inspectora, intervino.

-Y otra cosa, compañera, ya pasó, pero en la época de lluvias no vimos por aquí el camión que fumiga las calles, y es cuando el mosquito zumba como una corneta. Oiga, y para que los fumigadores vengan a la casa tiene que aparecer un caso de dengue, que si no, brillan por su ausencia.

Días antes, una vecina contó en la reunión del comité que una brigadista, después de revisar la casa y el patio, se dirigió a las matas de plátano a buscar muestras con su pipeta. Alguien le gritó:

-Oiga, compañera, tenga cuidado con las ranas, no vaya a ser que te salte una encima. Las matas de plátano siempre tienen ranas que se comen a los mosquitos.