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Damas unidas

Aleaga Pesant (PD)

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - La primera gran respuesta interna a la ola represiva contra las fuerzas democráticas de marzo de 2003, fue la creación de las Damas de Blanco. Una organización informal, compuesta por esposas y familiares femeninas de los presos políticos.

El comienzo fue muy difícil para las Damas de Blanco. En Villa Maristas, cuartel general de la policía política, o en la Iglesia de Santa Rita. Al dolor de sus seres queridos, injustamente sentenciados a muchos años, se sumó la campaña mediática para denigrarlos, el destape de un grupo de chivatos que hasta ese momento eran compañeros, y la indiferencia de la sociedad.

Con el paso del tiempo (ya son siete años), las Damas de Blanco se fortalecieron como organización y en su principio indeclinable de trabajar hasta la liberación de sus presos.  En ese afán, ganaron el reconocimiento de la sociedad que admira su estoicismo y valentía, frente a las turbas organizadas por la policía política.

También obtuvieron el apoyo internacional, que ve en ellas un segmento de la resistencia cívica. Por eso recibieron el Premio Sajarov por los Derechos Humanos, que entrega el parlamento europeo

En el escenario nacional, la correspondencia a su labor tuvo un exponente en el surgimiento de las Damas de Apoyo, casi desde el primer día, a través del Comité de Madres Leonor Pérez y el Frente Femenino Gladys Núñez. Un conjunto de mujeres sensibilizadas, y que sin tener familiares presos, dan su apoyo moral y físico a la causa de la libertad.  En este tiempo, las Damas de Apoyo se incorporaron a las marchas cívicas de las Damas de Blanco. Soportaron las presiones, represiones y golpizas junto a ellas. Se convirtieron en trasmisoras de su dolor e ideales.

La policía política, consiente del aumento de la actividad de las Damas Unidas, intenta desde el principio separarlas. El jefe del buró de represiones de actividades democráticas (Sección 21), en el pliego de demandas entregado a Laura Pollán, pidió el fin de la colaboración entre ambas organizaciones informales.  El sábado 15 de mayo, un alto dirigente de la iglesia católica hizo el pedido, subrayando que si continuaba la colaboración entre las Damas Unidas, sería improbable la liberación de presos políticos.

Al esfuerzo por destruir la unidad se unió últimamente la voz de algunas prestigiosas esposas de presos políticos. Esas voces, quizás por lograr objetivos personales, o por no comprender la importancia simbólica y práctica de la unidad, hacen coro por la ruptura.

La democracia valida el respeto a la libre expresión de opiniones y propuestas. En nuestras actuales circunstancias, arruinar las acciones de unidad de la población, es hacerle un amargo favor a la tiranía. 

aleagapesant@yahoo.es




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