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El humo del infierno 

Eugenio Leal

Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra;
Mas cuando domina el impío, el pueblo gime.
Proverbios 29: 2 

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Hace 12 años recibimos en Cuba a Juan Pablo II y cuando pidió “que el mundo se abra a Cuba, que Cuba se abra al mundo” estuve con los que pensaron que habría una apertura en la sociedad. Aunque sabía que se habían grabado entrevistas a líderes de diferentes denominaciones religiosas, en las que se cuestionaba la autoridad del Sumo Pontífice y la legitimidad moral de la Iglesia Católica. Las declaraciones tenían el objetivo de iniciar una campaña mediática posterior, de descrédito contra el huésped y su institución, si Fidel Castro consideraba que la repercusión en la sociedad resultaba perjudicial a su control absoluto.

Como el visitante fue mesurado y respetuoso, sólo se movilizaron a las Iglesias evangélicas del Consejo de Iglesias de Cuba, para que oficiaran sus cultos y reafirmaciones de apoyo al sistema, en todas las provincias del país. Así neutralizaban la convocatoria a no tener miedo y a la vida plena en libertad, de la máxima autoridad del Vaticano.  

Entonces se creía  que la razón se impondría a la soberbia y la ambición. Hoy, hay que decir que de aquellos tiempos no queda nada. El optimismo llegó hasta la apoteosis del desprecio y falta de escrúpulos en la Primavera Negra del 2003, cuando encarcelaron a 75 promotores del cambio. El mundo en general, y Europa en particular, le hizo ver al dictador que no le aceptaban un más allá. La Unión Europea acordó en pleno la Posición Común de condena al régimen. Los demócratas cubanos esperamos que se mantenga hasta que liberen los 54 que aún permanecen en prisión 

La tecnología informática ha vulnerado dentro del país el monopolio de las comunicaciones del gobierno. La firmeza y dignidad de las Damas de Blanco, que piden la libertad de sus familiares en prisión, es conocida y admirada. Por eso, cada día son más las compatriotas identificadas con sus demandas. Así mismo, los ciudadanos llevan la cuenta de los días en huelga de Guillermo Fariñas, que reclama la excarcelación de 26 prisioneros de conciencia enfermos. Se cierran las filas frente a la opresión, dentro y fuera del país.  

En la estrategia gubernamental, un desempeño importante lo tiene asignado la Iglesia Católica, que aparece como mediadora. A saber, la mediación es una forma de negociación en la que una persona imparcial propicia el proceso de negociación mientras que los antagonistas determinan el resultado. El objetivo es asistir a las partes para que lleguen a penetrar en las preocupaciones e inquietudes que subyacen en la situación de conflicto y afectan su vida y la de otros. En este caso, la asimetría distorsiona el proceso de negociación.

La sapiencia milenaria eclesial, de la que son portadores los obispos católicos, hace a sus pastores competentes para aquilatar la situación. La concertación conlleva a que las partes estén dispuestas a hablar cara a cara. En nuestro contexto, al lograr una solución satisfactoria, no sólo se salvarían las vidas y la excarcelación de seres humanos, también se daría inicio al proceso de sanación, reconciliación y reconstrucción nacional.  

La Iglesia propiciaría el diálogo entre el gobierno y las Damas de Blanco. En la mediación deben participar no sólo autoridades eclesiásticas. En aras de establecer las bases para la necesaria apertura, se incluirían personalidades laicas reconocidas, como Dagoberto Valdés, que se desempeñó en la Comisión de Justicia y Paz del Vaticano, líderes del Movimiento de Trabajadores Cristianos y la Comunidad de San Egido, entre otros. Lo que disipará el humo del infierno. 




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