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El Moro está en la calle

Yosvani Anzardo Hernández

HOLGUÍN, Cuba, mayo (www.cubanet.org)  – El Moro sentía envidia de los ricos, y deseó vivir como ellos, pero sin esforzarse. Entonces se propuso vivir sin trabajar.

-¡Diez años por lo menos, virgencita! –suplicó.-  También quiero que me lleven la comida al cuarto, si no es mucho pedir.

Al parecer los milagros ocurren, es cierto que demoró unos días, pero para el fin de mes estaba instalado en la cárcel provincial, sancionado a 10 años por un delito que no cometió, y relacionado con el supuesto secuestro y abuso sexual de una vaca.

Dentro de la cárcel las cosas se complicaron, porque El Moro escuchó algo relacionado con el tráfico de alcohol inyectado en naranjas, y en el primer interrogatorio lo dijo todo. Ese día los presos le dieron una golpiza por chivato. Y como la virgen le había salido tan literal, le pidió a Dios que le permitiera no oír nada más. Tres días después El Moro pescó una otitis que le perforó los tímpanos. Al parecer la infección se la provocaron los golpes.

-Ya no creeré en Dios –se dijo- ni en la cabeza de un guanajo.

Pero aquello era un infierno, aunque a algunos, al parecer, no les iba tan mal. En el fondo él no era impío. Entonces oró y pidió al señor que le diera libertad. Ese mismo día vino el reeducador y le ofreció entrar al programa Libertad, de estudio y adoctrinamiento. El Moro pateó y maldijo, y fue reducido a la obediencia por medio de una persuasiva paliza.

Pasaron los días y creyó  que lo mejor sería no pensar; había llegado la resignación, casi justo en el punto en que los hombres se vuelven animales.

-Dios, en verdad no me has abandonado, porque has cumplido mis deseos, por eso ahora me atrevo a pedirte, por favor señor, hágase tú voluntad y no la mía.

Un día después El Moro fue puesto en libertad, libre de toda acusación. Gracias debía darle, según le informaron, a la mediación de un tío que él no conoce y es General. Desde entonces sólo pide a Dios luz espiritual (porque la otra es más complicada), y sabiduría para no hacerle mal  a nadie.

 A los pueblos y a los hombres les sucede lo mismo. Dios no ha abandonado a Cuba, pero los cubanos debemos llegar al punto animal para dejar no pedir que se cumplan nuestros deseos, deseos y retornar al camino natural. Comenzamos deseando que el Estado nos lo diera todo, y aquí estamos.

-¡Ay Dios, que haya comida en moneda nacional, que nos morimos de hambre! -suplicó el pueblo.

-Sea -dijo el Señor.

Y surgieron los mercados socialistas.

-Señor, pero son muy altos los precios.

Se viró Dios hacia la virgen y dijo:

-Medio siglo en esta guanajá  y estos come mierda no aprenden, ahora me piden dinero, les meto una inflación de tres pares, y entonces querrán que el dinero tenga valor; les sueno un cambio de moneda, y así por el estilo, 50 años más. Pero eso no va a suceder. Fíjate María,  hay 3 ó 4 cubanos que nos están escuchando.

-¿Y será suficiente? -dudó la virgen.

-Para ellos no -contestó  Dios-. Para mí sí.




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