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Candela e inteligencia

René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Han pasado treinta años de los sucesos del círculo infantil Le Van Tan, en Marianao. Vale la pena recordar la versión oficial de los hechos y su contexto: Primavera de 1980, sucesos de la embajada del Perú, éxodo de Mariel, actos de repudio, muertes y lesiones vinculadas a éstos, visitas de altos dirigentes del campo socialista.

Esto último —se rumoró— para significarles a los dirigentes cubanos que en ese bloque se criticaban acremente las tropelías de los guardias rojos maoístas, y que lo que estaba pasando en Cuba se les parecía demasiado. Bajo el comunismo, la represión, como el relajo, tenía que ser con orden.

De acuerdo con la historia oficial, a un grupo de elementos contrarrevolucionarios deseosos de hostigar al régimen, se le ocurrió la idea de quemar vivos a cientos de niños. Al parecer, de ese modo pensaban ganar para su causa las simpatías de los ciudadanos.

Felizmente, ninguna de las presuntas víctimas sufrió ni una leve quemadura de primer grado. En las investigaciones, los órganos represivos han hecho un papel muy pobre. Usualmente se los presenta como aparatos infalibles que lo saben o lo averiguan todo; en este caso, pese a los treinta años transcurridos no han esclarecido absolutamente nada.

La propaganda comunista, cuando rememora lo sucedido, no ofrece datos novedosos; sólo repite la versión del primer momento. El sábado, por ejemplo, el periódico Granma publicó sobre el tema un trabajo de título truculento: Cuando la barbarie quiso golpearnos de nuevo.

Se repitió lo de siempre. La pobreza de datos concretos es suplida por la abundancia de adjetivos y juicios de valor elogiosos cuando se menciona a Castro y sus subordinados; venenosos cuando se recuerda a los contrarios. Parece ser que la autora, el mini periódico y su director, Lázaro Barredo, se han olvidado de los cambios que ha habido en Cuba desde 1980.

Por aquellas fechas, el país recibía a chorros los subsidios de la Unión Soviética y otros países comunistas, lo que enmascaraba el carácter inviable del sistema y permitía al régimen mantener un nivel de vida aceptable para los que, tras veinte años de comunismo, se habían acostumbrado a no demandar mucho.

Además, el gobierno mantenía un monopolio total de la información, faltaban cinco años para la fundación de Radio Martí, no había antenas parabólicas que captasen noticieros miamenses, y ni se soñaba con que algún día existiera internet.

Por ello era razonable pensar que muchos aceptasen  a pie juntillas lo que escuchaban en el noticiero de televisión, o leían en la prensa oficialista. Hoy, pese a las trabas que pone el régimen para evitar que sus descontentos súbditos tengan otros elementos de juicio, la situación es bien distinta.

Por eso recuerdo una obra que ayuda a entender la realidad de Cuba: El Padrino, de Mario Puzzo. En particular recuerdo el comentario de Vito Corleone, que expresa con precisión lo que sentí al leer el artículo de Granma: “Me molesta que duden de mi inteligencia”.




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