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Salvavidas

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Según palabras de Manuel Pino, quien se desempeña desde hace  veintisiete años como salvavidas en la playa de Guanabo, actualmente el oficio constituye uno de los peores remunerados de Cuba, además de exigir altas cuotas de altruismo y amor por la preservación de la integridad humana.

Cuenta Manuel que los salvavidas no tienen garantizada agua ni comida mientras laboran durante más de 10 horas en las Playas del Este. Tienen que  llevar los alimentos para conservar las fuerzas y lanzarse al mar  en las situaciones de peligro que abundan en estos balnearios capitalinos.

Tampoco existen las antiguas torretas destinadas a observar el perímetro, ni el vestuario tradicional con el short y la camiseta con la cruz roja que los identificaban. Sus caretas, snorkel, patas de ranas, silbatos y  flotadores se perdieron igual que se les perdió la vergüenza a los dirigentes de las playas, que deben garantizar estos equipos. Un salvavidas hoy es un bañista más, en short, descalzo y sin camisa.

Hace tres años se realizó una inversión por parte de la empresa Mar Azul,  con el dinero recolectado por los propios salvavidas, para la construcción de diez torretas de observación, que son el  medio de trabajo más importante. Pero una noche desaparecieron los tornillos de las torretas, y subir al armazón de madera se convirtió en un peligro. Manuel no se explica si fue un acto de vandalismo o alguien necesitaba los tornillos, lo cierto es que las torretas oscilaban peligrosamente a la hora sostener a un hombre arriba.

Los bañistas que pernoctan en la orilla ocasionalmente, han ido  utilizando la madera de las torretas para fogatas, y ya no queda ninguna. Ahora, para observar la playa, los salvavidas deben subirse en  lugares altos de la costa, o en los árboles, y ya más de uno ha pasado un buen susto. 

A pesar de   las pésimas condiciones ninguno  renuncia al trabajo y tratan de seguir en el oficio. Son hombres de mar, que aman la profesión, y saben que una gran cantidad de jóvenes residentes en las playas de Bacuranao, Santa María del Mar, Boca Ciega,  El Dorado y Guanabo, esperan el menor pestañeo de los viejos salvavidas para ocupar sus puestos, sin importarles que no existan torretas, ni se les garantice un buen salario, ni equipos, ni la alimentación adecuada para las 10 horas a la espera de algún percance.

beilycorrea@yahoo.es



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