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¡Agua que va a llover!

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Los torrenciales aguaceros de la pasada semana no dejan lugar a dudas: la industria turística podría empantanarse debido al deterioro de las instalaciones del sector. Es significativo el hecho de que algunos de los techos de esos edificios fueron remozados recientemente. Su mantenimiento figura como un hecho constante. ¿Sería factible que algunos de estos negocios pasaran a otra forma de manejo económico descentralizado, antes de que se hundan?

En el Hotel Habana Libre (antiguo Hilton) parece que literalmente llueve más adentro que afuera. El agua corre peligrosamente por los conductos del alumbrado. Los pasillos laterales, los elevadores y el área de las tiendas, se encharcan. Los empleados están tan acostumbrados a estos inconvenientes que ni siquiera ponen los letreros de aviso para evitar que alguien resbale. Contradictoriamente, la gerencia ha decidido realizar una remodelación especial en el área de la fuente.

Las habitaciones del hotel insignia de la cadena Meliá, el Cohíba, incluso las suites de lujo, están mohosas por las constantes filtraciones, que no siempre provienen de agua de lluvia, sino de la inopia en el mantenimiento de los desagües albañales. El olor es la mejor evidencia. El vecino Hotel Riviera, cuyo bellísimo diseño modernista de los cincuenta y elegancia contrasta con la fealdad del español Cohiba, padece el mismo mal; pero con más polvo.

La situación se repite en toda la ciudad; aunque también se puede encontrar en otros polos turísticos del país, como Varadero. Los turistas extranjeros suelen quejarse al principio, pero terminan por resignarse y asumen su desgracia como una aventura.

Las administraciones no gozan de autoridad suficiente para disponer de los fondos recaudados, ni de las inversiones necesarias para resolver los problemas. Todo queda en manos del Estado. Los empleados se preocupan por llevar a casa algunos dólares y no por la continuidad empresarial. Paralelamente, se ha hecho más evidente la pésima calidad de los servicios.

Otros inmuebles vinculados al turismo están en las mismas condiciones. En la calle Obispo, corazón turístico de La Habana Vieja, hay que baldear continuamente la principal tienda recaudadora de divisas, perteneciente al Fondo de Bienes Culturales. En un comercio contiguo, recogen el agua de lluvia colocando una bañera infantil sobre el mostrador. Las entidades bancarias no han atinado a colocar techos en algunos puntos de cambio de moneda, por lo que se ven forzadas a cerrar cuando llueve. Y ni hablemos del deterioro de las viviendas particulares.

Los centros de esparcimiento están en iguales condiciones. En teatros como el Trianón, se podrían representar batallas navales durante los chaparrones. No es una exageración; el agua invade el escenario y el aire acondicionado no funciona. Lo triste es que hace poco fue impermeabilizado el techo. En otros teatros, cafeterías y restaurantes, el fenómeno es análogo.

En medio de este caos, y con fuegos artificiales, el gobierno acaba de celebrar la Feria del Turismo 2010, en el área de La Cabaña, dedicada a Rusia.

Esperemos que no llueva cuando llegue la ansiada avalancha de turistas rusos, porque según recordamos los habaneros con buen olfato, a los “bolos”, al menos cuando eran comunistas,  no les gustaba mucho el agua, ni el desodorante.




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