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La esperanza que da sentido a la muerte

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, mayo, www.cubanet.org -El pasado 29 de abril se celebró una Misa en memoria de Adrián Leiva en Miami. La iglesia de San Brendan acogió a un numeroso grupo de sus amigos en el exilio. Miembros del Partido Demócrata Cristiano de Cuba, del cual Adrián fuera electo secretario organizador, estuvieron en la celebración eucarística oficiada por el sacerdote Fernando Hería.  Pero no solo figuras del mundo político acudieron al recinto religioso.  Allí se dieron cita familiares de Adrián y  antiguos vecinos de Palatino, su patria chica en el Cerro. 

Damas de Blanco, hijos de presos de conciencia encarcelados en Cuba y ex presos políticos, compartieron el dolor mezclado con esperanza, junto a compañeros de trabajo y amistades que hiciera en esta etapa de exilio.

Pocos días antes, al otro lado del Estrecho, la Iglesia habanera de San Juan Bosco fue el lugar escogido para la rememoración. Muy cerca de allí se encuentra el tenebroso sitio donde fue llevado Adrián, casi a punto de fallecer, según informaciones recibidas por sus familiares.  Una coincidencia entre varias, en este trágico suceso repleto de signos. 

Irónicamente Adrián encontró sepultura en su tierra a pocos días de cumplirse cincuenta y dos años en que esta le viera nacer. Su cadáver pasó muy cerca del sitio donde vivió casi todo ese tiempo.  Como expresó un amigo, pasó frente al barrio querido sin poder verlo por última vez.

Que la muerte de Adrián tuviera lugar casi al término de la Semana Santa de este año, iniciada bajo el impacto de la desaparición física del prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, es mucho más que una simple casualidad. Es parte del símbolo de dos vidas ofrendadas en un martirio auténtico, donde la entrega propia no requirió el costo de otras ajenas, en aras de genuina justicia. El desenlace fatal de una prolongada huelga de hambre en reclamo de condiciones dignas para una prisión que resultaba de por sí oprobiosa, se enlaza de manera mística con la oscura desaparición de Adrián cuando intentaba consumar la justa aspiración de regresar a su tierra, a la que le habían prohibido entrar.  El intervalo de la celebración del sacrificio Mayor une ambos eventos.

Por estos días tuve acceso a un libro de contenido trágico, lleno de fúnebres presagios. Leer La muerte es principio… me produjo sobrecogimiento. La recreación hecha por Natalia Bolívar y su hija de los instantes en que el cadáver de Quintín Bandera era llevado en un carromato denominado tétricamente La Lechuza, terminó repitiéndose en el cortejo que condujo a Adrián Leiva hacia el lugar de reposo definitivo. La traición, personaje que se pasea por todo el texto de la ficción basada en hechos reales, es la misma que deja vislumbrar su rastro tenebroso en este suceso ocurrido en marzo del 2010.

Llegará el momento en que termine la estela de muerte que aflige nuestra Patria. Algunos piensan que estas han sido infructuosas. Pero ellas nos trajeron un día la independencia. Otras se produjeron para enmendar los fallos republicanos. Hoy la saga luctuosa continúa producto de una cruel dictadura. El sentido de tanta pérdida estimable solo será apreciado en su completo valor cuando en nuestra Isla no existan cárceles para las ideas y concluya la represión institucionalizada por los que hicieron del poder un usufructo personal.

En el caso de Adrián, su sacrifico aparentemente ilógico, cobrará una connotación distinta cuando termine el destierro, edulcorado con visas que los cubanos deben recibir para entrar a su país. Y sobre todo cuando se derogue la fórmula perversa conocida como salida definitiva del país, aplicada a quienes deciden marcharse de su tierra por cualquier causa. El día en que la Patria, la casa, las pertenecías y los amigos queden esperándonos con los  brazos abiertos a que decidamos regresar,  sin tener que estar autorizados para hacerlo, veremos brillar la esperanza de la que habló el padre Hería un jueves 29 de abril en Miami y a la que seguramente se hizo referencia en la Misa celebrada en La Habana por el mismo motivo.





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