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Las sombras del humanitarismo

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Es probable que otro cubano escape de las garras de la muerte. Acaban de efectuarle un trasplante de médula ósea en el hospital clínico-quirúrgico Hermanos Ameijeiras de la capital. El periódico Granma amplía la nota en su edición del 20 de marzo.

Nadie cuerdo podría cuestionar este acto de caridad, que le devuelve la esperanza a una persona sentenciada a fallecer a causa de las tumoraciones en esa zona del cuerpo.

Aunque es prematuro decretar el éxito total de la cirugía, pues habría que observar la evolución del intervenido, es oportuno tener en cuenta la encomiable labor del equipo médico, encargado de realizar tales empeños a favor de la prolongación de una vida.

Si el injerto no evoluciona satisfactoriamente, ¿se enteraría la opinión pública nacional del deceso del paciente número 200 al que se le efectúa esta delicada intervención quirúrgica en el referido hospital habanero?  De acuerdo a las directrices que regulan las políticas informativas en Cuba, es lógico pensar en una respuesta negativa.

El uso de la palabra caridad para significar el hecho, se desprende del tono de la cobertura del acontecimiento llevada a cabo por el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. El énfasis en subrayar que el Estado es la entidad que asume los elevados costos del complejo procedimiento, es uno de los puntos de apoyo para sostener el peso de un gesto altruista no del todo confiable.

Según explica el diario, por una operación de estas características es preciso desembolsar entre 150 mil y 200 mil dólares en los países altamente desarrollados.

Si bien es saludable agradecer cualquier gesto que ayude a salvar vidas, también es conveniente  aguzar los sentidos con el fin de tener una mejor visibilidad del contexto. A menudo el impacto emocional de un hecho se superpone a los resultados de un análisis a profundidad que ponga en perspectiva las luces y las sombras de un determinado escenario.

Tras el cortinaje del amor y las persianas de la filantropía se esconden fines contrapuestos a lo que parece ser un modelo de comportamiento, sin nada que envidiar al legado de Madre Teresa de Calcuta. 

Con la misma disposición que el socialismo tropical invierte recursos para sanar enfermos, también es capaz de matar sin el menor asomo de piedad. Para hacer esto último no necesita pistolas ni cuchillos. La mayoría de sus víctimas languidecen en el anonimato. Al lado de esas historias de trasplantes y otras acciones médicas, tienen lugar situaciones inconcebibles. 

Si en los últimos 15 años se han realizado alrededor de 300 trasplantes de médula ósea en la red hospitalaria del país, es preciso significar los numerosos fallecimientos provocados por negligencias, y la natural tendencia a la apatía que afecta a buena parte de las instituciones de Salud Pública.

Graves infecciones por falta de higiene en las salas de cirugía y de recuperación, muertes ocasionadas por la demora de algún especialista ante una urgencia, o complicaciones a partir de diagnósticos errados, revelan algunos eventos incluidos en el círculo vicioso que termina segando la vida de centenares de pacientes cada año. Esas estadísticas van a parar al olvido.

El descontrol y la falta de ética corroen el sistema de salud cubano. Los 26 enfermos mentales que murieron en enero en el hospital psiquiátrico de Ciudad de la Habana, a causa de la deficiente alimentación, las bajas temperaturas y la indolencia del personal responsable de su cuidado, es un ejemplo elocuente de lo que podría considerarse un asesinato masivo.

Por este crimen el ministro de Salud Pública debería estar en la cárcel o despojado de sus responsabilidades. Sin embargo, sigue en el cargo tratando de ocultar con gestos puntuales hacia dentro, y derroches de generosidad hacia el exterior, la degradación de los servicios de salud en términos generales.

Para consolidar los argumentos sobre el desastre en el sector basta decir que, en la capital, más de 250 consultorios médicos han sido cerrados por falta de profesionales. Mientras tanto, ya debe estar lista otra brigada de médicos cubanos para desembarcar en cualquier punto del Tercer Mundo. Esta versión del humanitarismo debería invitar a la duda o al rechazo, nunca al penoso ejercicio de aplaudir hasta dejar las palmas de las manos hirviendo.

La salud pública en Cuba puede lucir como un paradigma. En el fondo, reposan los sedimentos del fracaso. ¿Cómo garantizar una cobertura universal de calidad con una economía de subsistencia?  ¿Acaso hay que pedirle los números prestados a las matemáticas para mostrar la “viabilidad” del sistema en todos los aspectos posibles? 

oliverajorge75@yahoo.com





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