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Esfuerzo inútil

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Gladys Bejerano, Contralora General de la República, llama a apretar las tuercas del rigor. Las sacudidas del descontrol y la apatía aumentan las posibilidades de un derrumbe total de la economía interna. Para evitar el colapso ya se preparan 4 mil auditores.

Acabar con los desvíos de recursos, las deficiencias en la contabilidad y el uso irracional de los presupuestos asignados por los organismos del poder central, integran la extensa nómina de objetivos a perseguir y liquidar en cientos de fábricas y empresas estatales.

Aunque se anuncia en la prensa oficial como algo novedoso, el fenómeno pertenece a viejos asuntos para los que no se encuentran una solución cimentada en la eficiencia. Tales persecuciones, bien por su intensidad y su duración, podrían considerarse como parte indivisible del acervo cultural de la nación cubana.

En los últimos 50 años de la historia nacional, robarle al Estado ha sido una tarea común donde el policía asume el papel de ladrón y viceversa. El asunto funciona como un juego de ilegalidades que se origina y desarrolla a partir del centralismo y los excesos burocráticos que permean el tejido económico y social del país.

La señora Bejerano, desde su cargo, se empeña en detener un alud de costumbres perniciosas que marcan el ritmo de la decadencia en términos de valores, políticas y todo cuanto identifica al sistema construido desde el 1 de enero de 1959 hasta la fecha.

La transfiguración de los alentadores postulados primigenios en meras figuras retóricas, es una realidad que trasciende el marco de lo conceptual. Aquella idea de formar hombres moralmente íntegros, dispuestos a cualquier sacrificio para salvar a la patria, educados, sobrios e ideológicamente inmunes a las ideas contrarias al marxismo-leninismo, quedó encerrada en la cárcel de las ilusiones.

En la actualidad Cuba es un feudo donde reina la anarquía. El robo en las instancias estatales, así como el auge y consolidación del mercado negro, es el lugar donde confluyen los cubanos, sin distinción de sexo, religión, filiación política, nivel de escolaridad o desempeño laboral.

La revolución que debería haber resuelto en más de medio siglo las necesidades del pueblo, es en el siglo XXI sinónimo de escasez, corrupción administrativa, brutalidad policial, ineficiencia, entre un rosario de hechos negativos que, lejos de atenuarse, ganan mayores espacios.

El país navega sobre aguas turbulentas. Lamentablemente, no aparece un buen timonel, y para colmo, la brújula marca el abismo como si fuera el puerto más cercano.

La masiva graduación será otro gasto inútil para tratar de arreglar algo que necesita una urgente restitución. Al final, el soborno termina imponiéndose por sobre la ética. Algo lógico es un país donde el salario promedio no sobrepasa los 20 dólares al mes, y es obligatorio aplaudir los discursos que sustentan esas y otras aberraciones del poder absoluto.

La prensa oficial refleja al pie de la letra el optimismo de sus patrocinadores. A la realidad le sobran puntas para desinflar esos globos llenos de medias verdades, mentiras y vanos triunfalismos. 

oliverajorge75@yahoo.com  




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