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Promesas de ciclo corto

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Los nuevos-viejos gurúes de la revolución cubana están eufóricos con la combatividad teórica mostrada en algunas asambleas por los jóvenes comunistas del país.

Es tanta la inspiración verbal, la productividad ideológica y la eficiencia partidista, que ya las promesas de ciclo corto alumbran como fuegos artificiales la parte oscura de la nación.

Ahora sí pondrán en marcha una isla de papel clavada en la geografía de un estudio fotográfico, vendida por parcelas en imágines y tarjetas postales, y abierta a los cambios dentro de un mismo escenario diseñado en círculos viciosos.

En esta ocasión, como tantas veces a lo largo de medio siglo de entrega revolucionaria, la juventud dice presente, canta La Internacional, y está dispuesta a comerse a Nicolás por un pie. Es decir: cambiar todo lo que tenga que ser cambiado.

Por supuesto, no a los gobernantes ni a los funcionarios corruptos. Tampoco el sistema electoral, la propiedad colectiva ni la economía centralizada. Mucho menos la vigencia de un solo partido.

Pero si podrán cambiar la foto de un dirigente octogenario por la de otro de igual edad, el término oportunismo por “gesto solidario”, y la palabra descreimiento por “falta de concientización”.

Además, están autorizados a sustituir importaciones y a garantizar la autosuficiencia alimentaria que salven de la fuácata (sinónimo del eufemístico período especial) las arcas financieras y el coma productivo del país.

Y aunque nadie sabe cuándo ni cómo podrán hacerlo sin productividad, en estas asambleas se siente crecer el arroz, se pudren los tomates de tanto rozar uno con otros, y hasta la papa entona una canción sideral a dúo con la carne de res.

El IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) a celebrarse en la capital cubana en el venidero abril, será el escenario propicio para esta superproducción.

Sólo resta esperar que más allá de las fértiles tierras, o en el juego de espejos del tele maratón político que se avecina, comiencen a retoñar los brotes de progreso y eficiencia arrancados de raíz por los caballos de la revolución.

Sin pensar, o tal vez seguros del rumbo que tomarán los debates entre supuestos jóvenes comunistas, el círculo geriátrico que rota en el poder se encuentra engalanado para la fiesta. Listos para la última carga al machete de papel.

Mientras tanto, sueñan con que antes de su adiós definitivo, y como un gesto de comprometida gratitud, la quinta generación de jóvenes herederos del fervor revolucionario les ayude a cerrar los ojos en paz. O al menos, retirarse del mundo en un país más o menos real, y no en esta maqueta de cartón sobre un escenario de guerra que nos impusieron y obligaron a construir.




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