Osmar Laffita Rojas

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - La injustificada muerte de Orlando Zapata Tamayo, la represión contra las Damas de Blanco y la huelga de hambre que por más de cuatro meses mantuvo el periodista independiente Guillermo Fariñas, marcaron un antes y un después  para el régimen cubano. Pero no ha existido una respuesta concertada de la oposición ante estos hechos, sino más bien una especie de parálisis

En cambio, los gobernantes, atrapados en estos conflictos, sabiendo que no podían continuar con su intolerancia y soberbia, valorando las complejidades de los nuevos escenarios, tomaron la decisión de acudir a la Iglesia Católica para implementar iniciativas que oxigenaran la tensa situación a la que habían llegado por la aplicación de sus métodos represivos.

Entre la iglesia y el gobierno perduran los conflictos que los han mantenido distantes durante más de 50 años. Pero con ese gesto de acercamiento, el régimen reconoce que la iglesia es la institución con mayor credibilidad y representatividad, en la que importantes sectores dentro y fuera de Cuba confían.

De esta manera, ambos, sin ser aliados ni enemigos, buscarán las soluciones a los problemas existentes. Comenzaron con la situación de los presos políticos. El fruto será la liberación de los 52 prisioneros de conciencia. Hasta el momento, 20 han salido de la cárcel hacia España. 

Tanto tirios como troyanos aplauden y catalogan como positivos los primeros resultados de las conversaciones. Es una buena señal. Por primera vez se llega a una solución entre cubanos mediante conversaciones.  

Enhorabuenas para los encargados de eliminar los asuntos que son un estorbo para el desarrollo y la prosperidad de la nación cubana.

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