Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Al atardecer el viejo Pablo se sentó frente a mí, cansado; sacó el pañuelo y secó su rostro empapado de sudor. Tiene 70 años, y parece centenario. En estos pequeños pueblos que rodean la capital es normal ver a personas envejecidas prematuramente, mal vestidas, con una infinita tristeza en la mirada, y sin dientes. Pablo es una de ellas. Pregunta sobre algo que no se lee en la prensa.
-¿Cómo es el asunto de las remesas familiares?
Lo miro fijamente, sorprendida, pensando a qué viene esa pregunta mientras conversábamos de asuntos triviales.
¿Tú recibes dinero de Estados Unidos?
-No hija, no. Jamás. Allá sólo tengo primos que no se acuerdan de mí.
-Entonces -le digo- perteneces al treinta por ciento de cubanos que no tienen chavitos, porque no reciben dinero de Estados Unidos.
-¿Quieres decir -mueve sus dedos como contando- que el setenta por ciento puede comprar comida en las shopping?
-Exacto.
-¡Coño, pero mira que es malo ese enemigo yanqui! -exclama, mientras se aleja, seguido de su perro Machito.
Lo veo partir y quedo con deseos de llamarlo y decirle otras cosas. Que ese enemigo yanqui, según Fidel Castro, otorga al año 20 mil visas a cubanos que viven entre la espada y la pared; que más de dos millones de cubanos viven en Estados Unidos, autorizados a ayudar a sus familiares, por lo que a Cuba entran anualmente alrededor de mil millones de dólares por ese concepto; que ese enemigo nuestro es uno de los principales vendedores de productos del agro a Cuba, a precios, por lo general, subsidiados.
Otro día le diré a Pablo que si Estados Unidos hubiera tenido el propósito de invadir la Isla, la ocasión se pintó calva a partir de 1992, cuando se desmerengó la URSS y Cuba se quedó sola.
Esperaré la próxima visita del viejo combatiente internacionalista, cuando venga a limpiarle el jardín y el patio a la vecina de enfrente, por un chavito. |