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El comandante olvidado

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - El comandante Delio Gómez Ochoa ha desaparecido en la rutina militar y burocrática cubana. Sólo sus familiares y colaboradores recuerdan sus hazañas bélicas y la energía por él entregada en la conducción de empresas y regiones del país. Algunos afirman que cayó en desgracia a partir de su fracasada intervención en la República Dominicana, a donde acudió a mediados de 1960 por órdenes de Fidel Castro, al frente de un comando especial que debía derrotar al tirano Rafael L. Trujillo, ajusticiado un año después por un grupo de íntimos.

Gómez Ochoa y su compañía aterrizaron en la comarca escogida, pero no pudieron apoderarse del aeropuerto, entregar las armas e iniciar la insurrección. No lo esperaban con flores, sino con metralla. A duras penas se internaron en las montañas cercanas, pero fueron cazados y torturados por el sanguinario Ranfis, hijo mayor de Trujillo, quien le perdonó la vida al comandante agresor y lo devolvió a Cuba con el piloto y la  avioneta.

Actualizo la historia pues un amigo al cual le presté La Fiesta del Chivo, biografía novelada de Mario Vargas Llosa del déspota dominicano, al devolverme el libro relee el pasaje donde el escritor peruano narra la desventura militar de Delio Gómez Ochoa y el “acto de bondad de Trujillo”, quien avizoraba el protagonismo continental de Fidel Castro, enrolado en 1947 en la abortada expedición de Cayo Confite.

Mi amigo trabajó con Gómez Ochoa cuando el oficial dirigía la Empresa Nacional del Mármol, ubicada a fines de los ochenta en El Vedado (calle 20 y 3ra). Según él, a Vargas Llosa le hubiera interesado la siguiente anécdota del militar convertido en empresario.

“Yo ejercía como especialista en lubricantes en la oficina de Vicente, jefe de transporte e íntimo del director, quien lo utilizaba más como intermediario personal que como responsable de los vehículos. Delio era entonces un sesentón de mediana estatura, blanco y canoso, que no sabía nada de mármoles ni de materiales constructivos, y roncaba en las reuniones. Distinguía a las mujeres jóvenes y hermosas, especialmente a su secretaria, una ninfa caribeña que provocó su divorcio”.

“No olvido aquella mañana en que la esposa de Delio llegó a la empresa en su Chaika, y tiró en la recepción varias cajas con las ropas y pertenencias del director quien, sin inmutarse, llamó a Vicente y le ordenó que acompañáramos a su amante hasta una residencia de Siboney. Como a la secretaria no le gustó la mansión, un rato después el pobre Delio nos pidió que lo dejáramos todo como estaba y la ayudáramos a instalarse en un apartamento del reparto Almendares, desde cuya terraza se observaba el río”.

Según el amigo, al comandante Delio Gómez Ochoa lo ascendieron después, mientras que Vicente murió en un incendio en la cuartería de la calle Zanja, en Centro Habana, donde vivía con su esposa e hijos, en espera del apartamento que su jefe le había prometido. Ironías del destino, ¿verdad?    




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