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El puntillazo

Francisco Chaviano González

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Guillermo  Fariñas fue dado de alta el jueves 29 de julio, luego de acercarse tanto a la muerte que la vida parecía imposible. Todavía no ha rebasado totalmente el peligro, un trombo cercano al corazón amenaza, adherido a la pared de la arteria subclavia superior.

Su lucha en pro de la liberación de los presos políticos, que iniciara el mártir Orlando Zapata Tamayo, y consolidaran las Damas de Blanco con el apoyo de la sociedad civil, está imponiendo un punto de inflexión en la trayectoria política del país.

Por primera vez este régimen tiene que ceder ante un reclamo de los opositores, después de haberse negado a dar paso alguno. Ese repliegue  abre una fisura en la faceta  desgastada de la política gubernamental. De continuar en su obstinación, los disidentes, cada vez más audaces, ganarían terreno, la lesión se convertiría en grieta y los desleales del poder real pudieran poner fin al gobierno de los Castro.

Nuestros gobernantes están claros con respecto a esto; saben que la receta política que aplican ha colapsado: la economía está en bancarrota debido a la ineficiencia.

A la fuga de los inversionistas, desestimulados por los incumplimientos de pago, se suma que la ayuda venezolana está en problemas; mientras que más de un millón de cubanos, empobrecidos y esquilmados quedarán sin empleo en momentos en que el descrédito de la doctrina del gobierno  es rampante. En estas circunstancias, la epopeya de Zapata, Fariñas y Las Damas de Blanco, es un puntillazo a la política inmovilista de Fidel Castro y su séquito de línea dura.

Es la hora de los reformistas del partido, de aquellos que quieren perpetuarse en el poder rediseñando el socialismo. El modelo chino sería una de las opciones. Pero la petulancia de los Castro por marcar pautas siendo diferentes, el afán de protagonismo mundial de Fidel y Chávez, catalizarán la disyuntiva de lo que han dado en llamar “socialismo del siglo XXI”, desdoblado en un conglomerado multinacional que denominan Gran Nacional, una especie de URSS con economía de mercado.

Para lograr que Cuba se ponga a tono con los demás países de tal engendro, en aquellos habrá una pérdida notable de democracia, y en nuestra isla un profundo cambio económico basado en la economía de mercado. Los presos políticos disminuirán hasta las proximidades de cero, como elemento recurrente para ablandar a la oposición. Se liberalizará la inversión extranjera y también de nacionales, para paliar el desempleo; los del patio, con el concurso de sus familiares del exterior se extenderán por la red de la gastronomía y los servicios con pequeñas y luego medianas empresas.

Con tales cambios, si la sociedad civil independiente no logra reagruparse en un proyecto que le dé la solidez que se necesita para ser una alternativa meritoria de considerar, perderá la mayor parte del interés que hoy promueve, será relegada definitivamente y todo su sacrificio será en vano. Es hora de un nuevo discurso y una nueva imagen, más sólida, flexible y participativa en el acontecer político nacional.

La comparecencia en público de Fidel Castro, y el reciente discurso del presidente Raúl Castro, se empeñaron en recalcar que no habría cambios; pero es un aplazamiento de lo que saben inevitable. El régimen está herido de muerte y ya  comienza a dar los primeros pasos tenues, luego el ritmo aumentará.

Nosotros también tenemos que movernos hacia la consolidación madura. ¡O nos juntamos definitivamente o también recibiremos el puntillazo que nos aniquilará!




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