El mensaje al interior de Cuba, a los intelectuales
y a los políticos es muy claro: los adversarios de la dictadura
cubana no son personas.
Granma ha atacado dos veces a Silvio Rodríguez. Esta gente
no tiene límites. La primera fue con una caricatura ambigua
(podía ser, además, Pablito Milanés) en la que aludía a la
traición a los intereses de los pobres, ahora que el cantautor
era rico y poderoso. Pero el ataque más crítico y humillante,
el más serio y peligroso, apareció el viernes y, aparentemente,
iba dirigido contra mí. Se titulaba: Al agente Montaner, "ni
un tantico así". La expresión "ni un tantico así"
proviene de una frase del Che Guevara sobre Estados Unidos.
A los enemigos, nada. Ni una concesión. Nada.
Era un tiro por elevación. Yo aparecía como diana, pero realmente
le estaban disparando a Silvio por haber tenido la iniciativa
de polemizar conmigo en un tono firme, aunque educado, intentando
razonar sus posiciones. Silvio había concedido "un tantico
así" y lo estaban llamando al orden. No pidió permiso
para empezar y continuar nuestro intercambio de cartas y a
la Seguridad del Estado no le gusta esa independencia de criterio.
Por eso ordenaron el fin abrupto de la discusión.
Según los esquemas del aparato, los artistas en Cuba, a cambio
del sustento del Estado, que a veces acarrea gloria, fama
y ciertos privilegios, deben limitarse a repetir consignas
y seguir fielmente las pautas de la dirección ideológica.
No se les paga para pensar por cuenta propia y mucho menos
para expresar sus dudas. Los buenos revolucionarios no dudan.
Aplauden y sonríen.
El artículo, escrito por la policía y firmado por cualquiera
(esta vez le tocó a un patético franco- canadiense), repite
las obscenas falsedades de siempre: supuestamente soy un terrorista,
un siniestro agente de la CIA, y mi malvada intención es procurar
la anexión de Cuba a Estados Unidos. Últimamente me acusan
de asesinar curas y no sé de qué otra absurda barbaridad.
Pronto demostrarán la incuestionable presencia de mi mano
peluda en el secuestro del hijo de Lindbergh.
Da igual. Ellos saben que nadie cree esas mentiras, pero
el propósito de repetirlas no es exactamente tratar de desacreditarme,
sino construir artificialmente una descalificación que me
deshumanice para hacer imposible cualquier trato. El mensaje
al interior de Cuba, a los intelectuales y a los políticos
es muy claro: los adversarios de la dictadura cubana no son
personas. Son monstruos y con los monstruos no se habla, se
les denigra y aplasta.
Cada día que pasa a la dictadura cubana le resulta más difícil
mantener el control sobre sus intelectuales. Hace cierto tiempo
varios de ellos se atrevieron a criticar abiertamente la represión
de los años setenta en el mundo cultural. Centraron sus críticas
(un largo y áspero intercambio de mensajes por internet) en
dos ex funcionarios que habían perdido el favor popular, Luis
Pavón y Jorge "Papito" Serguera, pero todo el mundo
sabía que los verdaderos culpables eran los Castro y la férrea
satrapía que han instaurado.
Tras la muerte de Orlando Zapata Tamayo la cosa fue más allá:
varios valiosos escritores y artistas plásticos radicados
en Cuba y vinculados a la UNEAC, el organismo oficial que
reúne a numerosos intelectuales, se sumaron a los demócratas
de la oposición interna y externa y se atrevieron a suscribir
una carta pública en la que se acusaba al Gobierno de la muerte
del disidente. El documento, firmado por numerosas personas
de izquierda, centro y derecha, ya se acerca a las cincuenta
mil firmas y puede suscribirse aquí.
Tengo la certeza de que el 80% de la intelectualidad cubana
quiere cambios profundos que abran los cauces de participación
para que los cubanos expresen lo que realmente desean sin
tener que hablar o escribir al dictado de la policía. Algunos,
cuando han salido al exterior, me lo han dicho con toda claridad:
están cansados de ser peones al servicio de una tiranía torpe
y cruel. Se sienten mal con el país, con ellos mismos y con
sus familias. No quieren seguir siendo cómplices de un régimen
que detestan.
Un viejo amigo, profesor universitario en La Habana, me lo
acaba de reiterar a propósito del debate con Silvio: "Sabes
que tú y yo discrepamos en muchas cosas, pero me parece estupendo
que discutas con Silvio. Hay que demoler este cuarto oscuro
en que nos tienen encerrados. Esto ya no hay quien lo soporte".
Sí, hay que demolerlo, pero para ello tienen que sobreponerse
al miedo, como acaba de hacer Silvio por unos días, y abandonar
esa penosa docilidad en la que han vivido hace ya medio siglo.
Si no se atreven a ignorar a la policía política jamás podrán
vivir como personas libres y responsables. Aunque Granma ladre
ustedes pueden quitarse la mordaza. Este es el momento. Tienen
que arriesgarse "un tantico así".
|