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El ojo de Fernando Pérez

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) -  El ex canciller Felipe Pérez Roque se sentó a unos metros a mi derecha, mientras el colega Miguel Iturria a mi izquierda. Tres lunetas delante el reverendo y Diputado Raúl Suarez. Dos filas detrás un Coronel de las Fuerzas Armadas de completo uniforme. Una cinemateca inusualmente desbordada, con miembros de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y otros jóvenes y militares, completaban el publico.

Al culminar la proyección de José Martí, el ojo del canario, casi todos se pusieron de pie a aplaudir. ¿Aplaudían la pieza cinematográfica o al Apóstol de la independencia cubana? Como hicieron, los emigrados cubanos de Tampa, New York y Cayo Hueso en el siglo XIX.

El filme, obra insignia de la celebración por los 51 años del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), hace un recorrido por los primeros años de la vida de uno de los padres fundadores de la nación cubana. Hombre de talento natural para la poesía, el periodismo y la política.

La superproducción, para los límites cubanos, tiene amplias escenas exteriores y decenas de actores como extras. Una fotografía y banda sonora de lujo. Además de las excepcionales actuaciones de los primeros actores, comenzando por Broselianda Hernández y Rolando Brito en los roles de los padres del joven Martí. La reconstrucción de la época es la obra maestra del Director de Arte Erick Grass. El uso de las luces y sombras, de la campiña y los interiores logra un ambiente de época convincente.

Notable es la dirección de actores.  El trabajo con los jóvenes que interpretan al infante y al adolescente José Martí, muestra el oficio de un director con filmes antológicos como Clandestinos, Suite Habana, Hello, Hemingway.

Pero no todo lo que brilla, es oro. La fotografía de Raúl Pérez Ureta (Premio Nacional de Cine, 2010), en su excepcionalidad se convierte en un actor independiente de la obra, al punto de romper el discurso cinematográfico. 

El guion, personalísimo y de un lirismo reconfortante, escrito por el propio Fernando Pérez, recurre a lo anecdótico dentro de cuatro cuentos sobre la juventud de Martí, sin lograr hilvanar una historia coherente sobre la infancia del Maestro, durante las casi dos horas de duración de la obra.  El más logrado es Rejas, mientras Arias y Abejas, se pierden en la inmensidad e intensidad de la fotografía y en las trampas de la narración.

La película puso a dormir a más de uno de los jóvenes que asistieron a la sala. Se puede pensar que “hacer lo políticamente correcto” evitó que muchos se levantaran de sus butacas y cogieran la de Villadiego.

aleagapesant@yahoo.es



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