Adolfo Pablo Borrazá

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - El régimen dio amplia cobertura al IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas. Con los tiempos que corren, con el reloj biológico en contra, los ancianos gobernantes intentan por todos los medios asegurar la continuidad de su revolución. Para ello elogian, enamoran y sobornan a los jóvenes para que las ideas fidelistas no caigan en saco roto.
¿Será que sirvió de algo el evento?

No debe asombrarnos que si se le pregunta a cualquier joven cubano sobre lo que se debatió en el IX no sepa contestar. No están “para eso”, se aburrieron ya “del teque y de tanta mierda”. “No sirvió”, para decirlo en el lenguaje actual de la juventud.

Los jóvenes de hoy son más prácticos y realistas que sus padres y abuelos. Sabían de antemano que del IX Congreso no saldría nada para mejorarles sus vidas o resolver sus inquietudes. Lo mismo ocurrió con los ocho congresos anteriores. ¿Por qué iba a ser distinto el noveno?

Mucha palabrería sobre los valores revolucionarios, mucha fidelidad a Fidel y el socialismo, etc., pero los jóvenes saben que para tener un jeans o una camisa Versace, para entrar a una discoteca y hasta para comer, tienen que inventar, robar o prostituirse. El congreso no acordó venderles cinco libras de arroz extra, ni pagarles un salario que les permita vivir dignamente.

El evento se vistió de ideas que van a ninguna parte. Trataron de aparentar que era un congreso “más democrático”, pero los delegados sabían perfectamente hasta donde llegar y se cuidaron muy bien de no hablar más allá de lo que está permitido.

Los jóvenes comunistas conocen perfectamente el destino de la mayoría de los jefes previos de la organización: Luís Orlando Domínguez, Carlos Lage, Roberto Robaina, Otto Rivero, Hassan Pérez. Ninguno hizo nada por la juventud cubana y todos fueron defenestrados, desprestigiados y humillados por los ancianos que un día los habían elegido como “el relevo y la continuidad de la revolución”.

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