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Problema generacional

Martha Beatriz Roque Cabello

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - El béisbol es el deporte nacional, pasión de hombres, mujeres, jóvenes y niños, que en los últimos días del mes de marzo llenaron los estadios de pelota de la Ciudad de La Habana (Latinoamericano) y Santa Clara (Sandino). No importaba que fuera día entre semana y en horas de trabajo. Así se desarrollaron los juegos de playoff en la capital, a estadio lleno.

Aún con las tensiones de la intervención policial en Sancti Spíritus el 28 de febrero, en el quinto juego de un total de siete, el arbitraje falló y también la dirección del equipo. Todos los jugadores salieron al terreno a discutir una jugada, y uno de ellos fue expulsado por faltarle el respeto a un árbitro.

No hay que dudar que en estos juegos a los que se le pone tanto fervor, también se apuesta en los estadios, incluso hasta si un lanzamiento va a ser strike o bola, algo imposible de eliminar para el gobierno, que acude constantemente a los medios para resaltar el entusiasmo del espectador. Incluso se dedicó el programa Mesa Redonda, de corte político, a pronosticar sobre la serie final.

La caja de Pandora se abrió cuando los jugadores del equipo Industriales, conocidos como los leones, llegaron a la capital. Fue una celebración exagerada –de acuerdo a los tiempos- en gasto de recursos y horas sin trabajar. En una céntrica avenida de la ciudad pusieron un ataúd que contenía “simbólicamente” el cadáver del cátcher del equipo Villa Clara, Ariel Pestano. Los participantes en la celebración gritaban a los policías que custodiaban la actividad, mayoritariamente oriundos de las provincias orientales: ¡Palestinos! ¡No queremos palestinos en La Habana!

Los uniformados aguantaron los insultos sin responder, algo peligroso, pues se sienta el precedente. Cada vez el cubano promedio se vuelve más vulgar y el vacío interior se llena con violencia verbal.

Sin embargo, en el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, recién finalizado, se elaboró un documento contra la mentira y el odio. En él se vuelve a mencionar –como se ha estado haciendo a diario en los medios- al asesinado Orlando Zapata Tamayo, al que califican como “delincuente suicida”. Y es que la política del gobierno siempre ha sido la misma, repetir y repetir, intentando que la gente crea, e incluso utilice el mismo lenguaje de la dictadura. 

Primero dijeron de Zapata que había cumplido unos pocos años por delitos comunes, pero también aseguraron que tenía una larga condena. Nada más y nada menos que 32 años de privación de libertad por el solo hecho de disentir y manifestarse en los centros penitenciarios. Lo que deja claro que en Cuba los delitos comunes son menos castigados que los de pensamiento.

La primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Liudmila Álamo, tuvo que reconocer en una intervención durante el congreso, que existen jóvenes que no siguen las líneas que demanda el Estado, que quieren vivir sin trabajar ni estudiar, teniendo dinero y “pacotilla”, para lo cual se convierten en personas prostituidas (tanto mujeres como hombres), y también en proxenetas.

Es el gobierno el que tiene que reconocer que ha sembrado el odio en tres generaciones de cubanos, y busca constantemente mantener al pueblo con ese ropaje degradante para mantener el poder.

Uno de los principales inconvenientes que confronta la dictadura en estos momentos es el problema generacional. El hecho de reconocerlo refleja el grado fe peligro que representa. El Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas dejó claro que no hay relevo.




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