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Temblor de prensa

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Los periodistas cubanos están autorizados a informar con inmediatez. La orden fue bajada por Raúl. El antifaz político que impedía dar a conocer dónde teníamos la nariz o qué terreno pisábamos los arrancó un temblor de tierra de 5,5 grados en la escala de Richter. De ahora en adelante, cuanta sacudida nerviosa, espasmos amorosos, o balanceo en las hojas de un platanal provoque el aleteo de un sijú, tiene que ser informado a la población.

Basta de conocer al dedillo los buches de güisqui que se tomaba Bush, el color de los calcetines de Aznar, o la cantidad de piojos que contiene el turbante de un extremista árabe, y no saber qué pasó con Robaina, Remírez de Estenoz y otros especímenes de la “familia” comunista cubana.

Tampoco será prioridad para los cubanos conocer el número de sostenes que tiene Paris Hilton, ni cuántos gatos posee (y lo que comen) Ileana Ross, si estamos  a base de rumores en el vuelo impagable de Rogelio Acevedo y su mujer.

Gracias al temblor y otros estremecimientos, nuestros periodistas están llamados a  poner freno al largo alcance de su chismevisor internacional, y a concentrarse en lo que sucede en el país.

En un final, lo mismo que sobrevivimos sin conocer quién es una tal Ana Belén Montes que guarda prisión en una cárcel estadounidense por espiar para Cuba, podríamos hacerlo sin enterarnos si ronca o de qué lado duerme en la cama Mireya Moscoso, ex presidenta de Panamá.

Nuestro especialista extranjero en sacar trapitos sucios a quienes critican a la revolución, Jean Guy Allard, podrá dedicarse a reportar el florecimiento del marabú en la Isla, o el cruce de las focas con los osos polares en su natal Canadá.

El resto de los reporteros en búsqueda permanente de vicios, abusos y otras aberraciones acaecidas en el exterior, tendrá que  montar su coto de caza aquí, donde hay suficientes piezas a las que disparar.

Y quién sabe si este movimiento telúrico que lanzó a los santiagueros a la calle y a los pobladores de Guantánamo a subir de nivel  (trepados en una mata de coco), reorganiza las capas de la prensa y separa la verdad de la manipulación. A lo mejor conocemos de una vez cuántos pacientes murieron  de hambre y frío en el hospital psiquiátrico Mazorra, quiénes son los culpables, y qué tipo de sanción recibirán.

O tal vez, ahora que Antón Arrufat, los Van Van, Omara Portuondo y otros siquitrillados o siquitrilladores amnésicos visitan Miami o Nueva York, se publique lo expresado por Pablo Milanés, y no se manipule lo que dijo Silvio Rodríguez y otras citas con ángeles y demonios.

Es tanto mi optimismo, la certeza de un cambio tras un temblor de prensa de mediana intensidad, que seguro estoy conoceremos adónde fue a parar una libra perdida de nuestra cuota de arroz.

Y de paso, como quien no quiere las cosas, sabremos por qué los periodistas sólo alzan la voz para defender este campo minado llamado revolución.




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