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Un cantautor hecho añicos

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Viene a mi mente una historia que me contó una amiga poetisa relacionada con el cantautor Silvio Rodríguez. En 1972, en una casa situada en 21 y N, en el Vedado habanero, se celebraba una velada musical donde estaban presentes Silvio y Pablo Milanés, entre otros. A las doce de la noche, cuando la Cenicienta del cuento debe dejar el palacio, Silvio, muy entusiasmado, apostó una botella de ron -barato, por supuesto- a que se iría del brazo de mi amiga, la poetisa.

Lo menos que se imaginó aquel escuálido y lampiño compositor, pero excelente, y muy querido entre sus buenos amigos, fue que la joven conocía de antemano la apuesta y que había aceptado su compañía por capricho y soledad

Lo llevó a su casa, le dio lecho y comida y al otro día, para celebrar que había ganado la apuesta, el cantautor entonó Ojalá, lo que siempre cantaba cuando quienes lo rodeaban eran de alguna forma, como él, rebeldes.

En aquella oportunidad le pregunté a mi amiga el por qué de aquél romance y me respondió:

-Le cogí tanta pena, tan noblote y tan delgadito, hambreado, mal vestido y sin una peseta en el bolsillo.

Eran los tiempos en que Silvio andaba con el mismo jeans descolorido y roto y sólo cantaba en las terrazas o azoteas de sus amigos. Hoy, la que siente pena soy yo. Por estos días, ese maestro del periodismo, el cubano exiliado Carlos Alberto Montaner, ha hecho añicos a Silvio. Se lo merecía.

Sin conocer el zapato que calza Montaner, el infeliz y acaudalado cantautor le ha preguntado si se atrevería a firmar una carta donde miles de cubanos denunciaran que perdieron algún familiar en atentados de la CIA.

Pobre Silvio, hoy, con sus decenas de jeans y sus cuentas bancarias, pero tal vez igual de noblote y lampiño como en tiempos pasados. Carlos Alberto Montaner agarró su laptop y lo que le bajó fue mucho. Un poco más y lo pasa por una maquina de moler carne.

Le habló de los atropellos a los presos políticos, del acoso a las Damas de blanco, de Orlando Zapata, muerto recientemente en una huelga de hambre, de quienes dieron la orden para matar a los que querían escapar en un remolcador en 1994, donde murieron 41 cubanos, entre hombres, mujeres y niños, de los somalíes muertos en 1977 a consecuencia de una de las muchas guerras llevadas a cabo por el régimen castrista…

En fin, es tanto lo que responde a Silvio -demasiado para un cartucho-, como decimos los cubanos, que vuelvo a sentir pena por este artista que, lamentablemente, no ha dejado de cooperar con la dictadura, lo que señala -ojalá me equivoque- su verdadera y oculta esencia como ser humano.




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