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¿Morirá Guillermo Fariñas? 

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Es muy probable que la respuesta sea afirmativa. Basta una simple valoración de los acontecimientos para llegar a la fatal conclusión que podría tener una influencia notable, aunque no determinante, en el ciclo final de una dictadura decidida a forzar los cálculos dialécticos e históricos en aras de legitimar una arquitectura ideológica que ha montado sobre los ejes de la eternidad.

El trágico desenlace de una huelga de hambre y sed, al margen de puntuales asistencias médicas, es algo que no debe quedar fuera de las estimaciones. Guillermo Fariñas insiste en mantener su protesta en demanda de la excarcelación de 26 presos de conciencia, y por otro lado, el gobierno persiste en desentenderse de lo que considera una petición espuria.

La falta de un clima que favorezca el diálogo, y con ello la posibilidad de un acuerdo, permite tocar el pesimismo sin esfuerzo. A medida que pasan los días, las intenciones de mover de asunto hacia la racionalidad, podrían chocar con el anuncio de otra muerte por inanición voluntaria, como ocurrió con el opositor Orlando Zapata Tamayo, tras 86 días en huelga de hambre.

Aunque Fariñas continúa recibiendo alimentación parenteral en una sala de terapia intensiva del hospital Arnaldo Milián, en Santa Clara, donde reside, su vida pende de un hilo. Desde el 24 de febrero no ingiere alimentos ni toma agua. De acuerdo a versiones de especialistas independientes, en cualquier momento su estado físico podría avanzar hacia complicaciones orgánicas irreversibles. A esto habría que añadirle las secuelas dejadas por anteriores huelgas, algo que facilita la depauperación a corto plazo. 

Un nuevo deceso por esta causa multiplicaría los sentimientos de rechazo en el mundo civilizado, incluso en muchos partidarios que todavía prefieren optar por el silencio, o sumarse a un respaldo que parece tener mayor afinidad con la nostalgia y el compromiso que con la objetividad y la decencia.

En medio de un escenario de notoria complejidad, una réplica muy parecida a lo que sucedió en la tarde del 23 de febrero con Zapata Tamayo, con la diferencia de que aquella muerte tuvo lugar durante el cautiverio y esta no, reavivaría los resortes de la impugnación hasta un grado impredecible, y esto podría allanar los obstáculos hacia políticas concertadas de condenas y sanciones políticas contra los principales baluartes del poder en la Isla.

En principio, no parece que estos posibles costos en el aspecto moral y ético, repercutan en la adopción de otras políticas afines a algún tipo de contemporización. Hay muestras de no ceder un ápice en las peticiones formuladas por Fariñas.

Sin embargo aún es prematuro ofrecer un dictamen concluyente de la situación. Por el momento solo es factible andar sobre el terreno de las hipótesis, con sus correspondientes cargas de subjetividades.

Si Fariñas muere, el régimen estaría reforzando una imagen de brutalidad e irrespeto por la vida humana. La noticia más desagradable para los patronos del totalitarismo es que Fariñas no brinda la más mínima intención de deponer su protesta. Cualquiera que sea el desenlace, el gobierno tiene garantizada la derrota. Esa conclusión es infalible.

La nomenclatura se quema en sus propios fuegos. De acuerdo al encadenamiento de los sucesos, es erróneo pensar en un accidente. La imagen es clara. El suicidio se lleva a cabo tras las paredes del inmovilismo y la soberbia.  

oliverajorge75@yahoo.com



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