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Una mala jugada

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Sería contraproducente, y además inútil, ponerse a sopesar ahora la dosis de culpabilidad que corresponde a los aficionados por ser parte de la artimaña perpetrada por el régimen en estos días finales del play off de béisbol en Cuba. 

Los pasados 30 y 31 de marzo, mientras gran porción del mundo seguía con perplejidad los estertores de un opositor cubano, a punto de morir en huelga de hambre ante la fría intransigencia del régimen (una de las actitudes más siniestras que registran los anales del poder político en tiempos modernos), más de 40 mil aficionados desbordaban el estadio de Villa Clara, bailando, gritando, gozando con fervor, a escasos metros del lecho del huelguista y, claro, ignorando olímpicamente que moría por defender la dignidad de cada uno de ellos. 

Como caída del cielo deben haber asumido nuestros caciques esta oportunidad de extremarse en otra de sus dobles jugadas de engaño: apartar a las masas de la posible influencia del foco opositor, potenciando su manipulación con una de las íntimas pasiones que todavía se les permite expresar; y al mismo tiempo, enviarle un mensaje tranquilizador a sus acólitos y cómplices del extranjero.

No por grotesco resulta entonces raro que en la Mesa Redonda, principal tribuna de la tiranía en la televisión nacional, abrieran una sección fija destinada a comentar las ocurrencias y los pronósticos de los juegos de pelota, mientras que los narradores deportivos más abiertamente plegados al régimen no dejaban de insistir en que este era el campeonato con mayor participación y entusiasmo del público en toda la historia de lo que llaman el deporte revolucionario.

Incluso, durante las transmisiones del  play off, uno de esos narradores se dedicó a divulgar la lista de los muchos países –así decía- que estaban siguiendo el juego. Y era para desternillarse de la risa al ver con la seriedad que nos informaba de que en Alemania o en Tanzania o en Seychelles no se perdían un solo lance de los enfrentamientos entre los equipos Industriales y Villa Clara.      

Desde luego que jugarretas tan chapuceras y tan desvergonzadas -al extremo que ni siquiera son bien vistas en los desvergonzados ámbitos de la política- sólo podrían tener cabida dentro de un sistema de poder que ha perdido la brújula sin remedio, no la de la ética, que nunca tuvo, sino la del mero sentido común.   
De modo que si bien es verdad que volvieron a ganar la partida (al menos en lo que respecta a nuestras masas populares), esto no representa necesariamente un triunfo sustancial a su favor, toda vez que la artimaña, a fuerza de ser escandalosamente torpe e inescrupulosa, extiende un precedente contra ellos mismos.   

Será cuestión de que se den las circunstancias y de que a quienes corresponde aprovecharlas, consigan redirigir el juego contra los caciques, con mediana eficacia, aunque, naturalmente, con mucha mayor decencia, mientras las masas populares se divierten y gozan, mirando hacia otro lado hasta un nuevo aviso.  




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