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Almendarista y liberal

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Heriberto, mi vecino, siempre anda en pantuflas vendiendo carbón, y cuando no hay carbón, lo que encuentra. Dice que es de piel negra porque se ha pasado más de veinte años vendiendo leña quemada en el reparto El Roble, de Santa Fe, un poblado habanero cercano a las residencias del gobierno castrista, donde viven los dos hermanos y sus más allegados.

Pero Heriberto no siempre anduvo en pantuflas. Por los años setenta del siglo pasado, cuando era joven, calzaba botas militares y cumplió una misión internacionalista en África. 

Hace unos días, para ver la serie final entre los equipos Industriales y Villa Clara, tuvo que ir a casa de un vecino. Ni televisor tiene Heriberto. Pero sí tiene la mente clara, pese a sus ochenta años. Como no sé nada de pelota, le pregunto a Heriberto qué le parecen los juegos de estos días.

-Voy a serle franco. La pelota que más disfruto es cuando Cuba se enfrenta a Estados Unidos, a Japón o a Corea del Sur. Desgraciadamente nuestros equipos de pelota son lentos, sobre todo cuando juegan entre sí. Nuestros peloteros son muy conversadores y busca pleitos. La pelota debe ser dinámica, muy activa. Si los peloteros cubanos son protestones e indisciplinados, también los árbitros no son los mejores. Muchas veces deciden mal. El otro día pudo verse. Pero esto no hay quien lo entienda. Declaran que nuestros peloteros no son profesionales, y en realidad cobran por jugar, y cobran mal. Son los peloteros más baratos del mundo. Porque a ver, dígame: ¿dónde trabajan Pacheco, Linares y el resto?

Lo que ocurre en Cuba es algo muy propio del sistema: la pelota hace la misma función que la válvula de la olla de presión. Como no se puede polemizar en política, porque según el gobierno todo el mundo aquí es comunista, ahí están los distintos equipos para la polémica. En cualquier esquina usted puede ver a un grupo de hombres, frenéticos, vociferando y discutiendo las jugadas. La suerte es que el pueblo no tiene armas de fuego, si no, la cosa terminaba a tiro limpio.

Por último, le pregunto a Heriberto por qué no fue al estadio el domingo pasado y me respondió que no tenía ni dónde caerse muerto.

-En el estadio se apuesta; ir allí con los bolsillos vacíos es hacer el ridículo. Y óigame, negro y pasmao, ¡solavaya! Mejor me quedo en casa. Total, he disfrutado en la vida de buena pelota, cuando la pelota era cultura y ningún gobierno la politizaba. Mi equipo era el Almendares y mí partido político, claro que usted sí se acuerda: el liberal.




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