Pinareños
Frank Correa
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - En todos los países hay un pueblo o ciudad sui géneris. En Cuba es Pinar del Río. A los pinareños, por su forma de actuar, se les cataloga de simples, por supuesto, en tono de broma. Un cuento clásico de pinareños es el cine que construyeron y dejaron la concretera dentro. Algo similar sucede con los gallegos, y en Colombia, con los pastusos, de la ciudad de Pasto.
Pero ayer nos enteramos que un par de pinareños se han salido del molde y están dictando las reglas del juego. Se trata de los hermanos Murillo, de Consolación del Sur. Aparte de buenos mecánicos, tienen entre manos un invento que convierte a los viejos almendrones americanos de los años cincuenta, que trabajan con gasolina, en poderosos carros petroleros de consumo mínimo.
Cobran 10 mil pesos por cada trabajo y sólo ponen una condición: que les dejen el automóvil en algún punto seguro donde ellos puedan recogerlos. De allí lo trasladan para su taller, en un lugar desconocido, y aplican el invento, que todavía ningún habanero ha conseguido. Cuando concluyen la faena devuelven el vehículo al mismo sitio.
Con esta compartimentación han logrado fama, exclusividad y fortuna. Sin embargo, los choferes beneficiados y los que están en cola para instalar el sistema de ahorro de combustible, no aceptan que sean un par de pinareños los que tengan el sartén por el mango. Dicen que los hermanos Murillo son una pantalla para esconder un boicot a la economía, o que se trata de una nueva escaramuza de la CIA, y hasta incluso del regreso a la guerra fría. Cualquier estupidez, menos estar a merced de un par de pinareños.
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