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Sombras

Odelin Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, julio, (www.cubanet.org) -“Ustedes saben que yo soy de aquí, y por lo tanto tengo el derecho de curiosear en el sentido de saber, si es posible, a que comprovinciano se le ocurrió ponernos el sol aquí detrás, que a mi no me molesta, pero estoy seguro de que ninguno de ustedes me puede ver. Verán, si acaso, una sombra. Ese soy yo”. Fueron palabras del presidente Raúl Castro, al comienzo de su discurso en Holguín por el 56 Aniversario de los Asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.  

Me pregunto, ahora que el próximo viernes 31 de julio se cumplirán tres años de la proclama de Fidel Castro, en la que designaba provisionalmente a su hermano al frente del régimen cubano, ¿cuál sería el average de presentaciones en público de Raúl Castro?
¿En cuántas comparecencias por la televisión debía estar el presidente para debatir el paso de tres huracanes, los cambios estructurales dentro de su gabinete o la crisis mundial política y financiera, que por el “aislamiento” exige el doble de esfuerzo? 

El cartelito de “sombra” a Raúl Castro no le cuelga “de ahora pá ahorita”, lo digo por la salida del Astro Rey en la plaza Mayor General Calixto García, de frente a la plebe y a espaldas de su tribuna a prueba de balas. Sucede que, como siempre fue hombre de segunda línea o detalle de fondo en tercera dimensión; su imagen nunca será de muchos píxeles, o lo que es igual, de mucha relevancia y simpatía. 

¿Hoy iluminan los mismos rayos esperanzadores que en aquella revolución naciente de 1959?  

Creo que ante la crisis estructural en materia política y económica que hoy afecta a Cuba, es mejor decir que el presidente Raúl Castro está de frente hacia Holguín, de espaldas a La Habana y arrodillado en Caracas. No puede asegurar aunque quisiera, poner en mute Patria o Muerte y abajo el imperialismo.   
 
Sin embargo, tratándose de maquinaciones y sombras, ¿qué cubano pudo ver a Raúl Castro involucrado en la conjura comunista que se desató a raíz de la carta enviada por Huber Matos a Fidel Castro el 8 de junio de 1959? ¿Por qué se puso de espaldas al proceso contra Arnaldo Ochoa y lloró ante el espejo cuando tuvo que decidir su fusilamiento, siendo éste el oficial más carismático dentro del clan de generales? 

Parto del criterio de que antes no se podía ver lo que se quería, sino lo que nos tocaba. El pueblo era, y todavía lo es, luz en las concentraciones populares y sombra para las decisiones. 

¿Se puede librar uno de la opacidad si se es solapado y autoritario? ¿Cómo creer en la teoría infundada de la “unidad monolítica del pueblo”, si el poder tiende a desmembrarse como el hollejo en la mandarina?  

Desde la primera celebración revolucionaria por el 26 de julio en La Habana (1959) y hasta la número 56 en Holguín (2009), sólo he visto sombras sin rumbo. Sombras que callan y al mismo tiempo aplauden o agitan banderas. Sombras que odian la vileza y por ello consiguen  penitencia o destierro.

En fin, sombras, como el jefe de jefes en su natal Holguín.

 

 
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