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Los hijos de Saturno

Osmar Laffita Rojas

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Existe el criterio generalizado de que el régimen se está apagando, pero tal parece que las fuerzas prodemocráticas no acaban de ponerse de acuerdo para dotar a la política nacional de nuevos imaginarios, en los que predomine el pragmatismo y no las ideologías. Esto, de aplicarse, posibilitará crear los espacios de diálogo que permitan llegar a acuerdos.

Si algo las fuerzas prodemocráticas no capitalizan a su favor, es la crisis que sobrepasa lo meramente económico, y a la cual no escapa nadie. Ha llegado a límites tan  críticos, que pone en juego la seguridad de la nación.

En medio de esta crisis, estas son las santas horas que las diferentes tendencias de la oposición no han logrado ponerse de acuerdo para crear espacios que les permitan dialogar y poder alcanzar consenso en los temas más urgentes que  afectan a Cuba, lo que permitiría aunar a los dispersos y desorientados, y evitar que la  crisis desencadene sus fuerzas destructoras y acabe con todo.

Tal parece que los conflictos de naturaleza interna entre los grupos opositores es lo que prevalece. Razón que explica que en estos momentos brillen por su ausencia propuestas viables que reflejen los intereses y demandas de la  población.

El asunto cobra particular importancia porque Cuba se encuentra en su momento más crítico como nación, sufriendo la arbitrariedad tradicional de los poderes públicos, y de una burocracia parasitaria y corrupta. El gobierno ignora y pisotea el cuerpo legal de la República.

Las autoridades actúan contra toda racionalidad y sin el pragmatismo que las graves circunstancias demandan. La política oficial es no emprender ninguna reforma, porque los gobernantes saben que su puesta en práctica provocaría un  relajamiento de las actuales tensiones en que está sumida la población, además de que propiciaría significativas ventajas económicas a todos aquellos que se involucren en el cambio.

Si la realidad es esa, no se entiende por qué los grupos opositores que durante los últimos años se han enfrentado pacíficamente el régimen, estén ventilando públicamente asuntos que debían ser internos y privados de cada uno.

Con tal conducta,  contribuyen y alimentan resentimientos y enfrentamientos. El deseo de algunos implicados en estas pugnas no es otro que devorarse mutuamente, y la señal que envían es que no tienen ninguna capacidad de perdonar, y menos aún de convivir en un ambiente en el que debe primar la ética. 

En los círculos de la comunidad disidente vuelan y cobran inusitada fuerza los rumores, chanchullos y todo tipo de comentarios descalificadores de éste o aquel, o de aquella o la otra organización. Se rumora y se difunden un sinfín de opiniones, algunas cargadas con la hiel de la rencilla, la mentira y el odio. Tal parece que los hijos de Saturno, desesperados y hambrientos salen en búsqueda de sus víctimas para alimentarse con ellas.

Si deseamos poner fin a la pesadilla que tiene atrapado al pueblo cubano, los opositores deben dejar a un lado la fatídica idea de socios mayores y menores, para alcanzar la meta de una Cuba democrática. El compromiso tendrá que ser el respeto mutuo, deberán saber honrar los intereses comunes y los valores que previamente han decidido compartir.

Ante los graves problemas que la oposición tendrá que enfrentar y solucionar, la responsabilidad es de todos y no de algunos auto-elegidos. Es indispensable que los opositores trabajen juntos, para que los grupos pro-democracia avancen en la búsqueda de la prosperidad, seguridad y libertad definitiva del pueblo cubano.

 

 
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