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Dirigentes probetas

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - El 2 de marzo de 2009, en la reunión del Buró Político donde se destituyeron a Carlos Lage y Felipe Pérez, Raúl Castro llamó “dirigentes probetas” a los jóvenes que pasaban directamente de las organizaciones políticas y estudiantiles a ocupar altos puestos en el gobierno.

Un joven con  talento y actitud, cuando alcanzaba un cargo de dirección en la Unión de Jóvenes Comunistas, nacional o provincial, o en la universidad, solo era cuestión de tiempo para que ocupara la silla de un ministerio o un cargo en el Comité Central del Partido Comunista.

Algo similar me confesó hace años un compañero de clase en la Universidad de Ciencias Técnicas Las Américas, de Santiago de Cuba. Todos lo apodábamos “El taco”, por su disposición a arrastrar a la masa de estudiantes a cualquier tarea, por su inteligencia siempre en función de ascender y acaparar los puestos de dirección en el centro de estudios.

Gozaba de una simpatía total entre el alumnado y el claustro de profesores. Era presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), diputado a la Asamblea Provincial del Poder Popular, jefe  de las Milicias de Tropas Territoriales de la escuela (MTT), profesor auxiliar de  cursos inferiores y director del grupo de teatro Buen rumbo.

Los viernes, a las  4 de la tarde presentaba a teatro lleno una obra de originalidad singular. Después supe que estaba realizando experimentos con el conglomerado estudiantil. Escogía un tema de interés general y desarrollaba una tesis bajo el disfraz de una historia común, con un mensaje didáctico intrínseco. Los actores de Buen rumbo eran  también dirigentes estudiantiles, que seguían a su líder. 

Una vez escogió el tema del fraude académico, algo que dijo detestar y puso carteles por todas partes:

¡Muerte al fraude! El viernes.

Pero cuando llegó el viernes, algo anormal sacudió la universidad. A la hora del matutino varios integrantes del Consejo de Dirección de la FEU corrían por los pasillos, llevando a “El taco” en brazos, sin conocimiento. Lo montaron en una guagua y se lo llevaron al hospital. Corrió  la voz de que había sufrido un infarto. La oscuridad  nos sobrecogió aquella mañana. Más que la falta del sol santiaguero, la falta del sol de la escuela nos mantuvo el corazón en vilo.

Al mediodía llegó la noticia: nuestro querido dirigente no había rebasado el ataque. Por la amplificación local anunciaron que el cadáver sería velado en el teatro de la escuela. El local se fue llenado poco a poco. Antes de que llegara el féretro no cabía nadie más.

A las cuatro de la tarde llegó y lo colocaron en el proscenio. ¡Qué paradoja! En el mismo escenario donde tantas enseñanzas impartió. El miedo a la muerte fue escalando por las butacas hasta la última hilera. Varias alumnas comenzaron a llorar. De repente se fue la luz y hubo un largo murmullo. Alguien comenzó a sacudir una  butaca, con tal fuerza que arrancó gritos de terror en la muchedumbre. Fue entonces cuando  encendieron las luces y  “El taco” apareció sentado en el ataúd con cara de regaño.

-¡Muerte al fraude! -gritó enardecido.

En el teatro cundió el pánico. La puerta fue estrecha para la multitud que salía despavorida  del recinto. Aquel viernes el grupo se disolvió. “El taco” dijo que su apología contra el fraude académico cumplió su objetivo, pero sólo podía pesarse su significado en el futuro.

-Por suerte estamos en el último año. Ya me comunicaron que voy para La Habana al frente del trabajo ideológico de la UJC. No sé tú, pero yo no paro hasta ministro.

 

 
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