La pluriboberia
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Ñico amaneció feliz encima de su Frankenstein. Una guagüita de fabricación rusa con motor alemán, carrocería cubana, gomas checas y el resto de los componentes procedentes de otros quince países.
Razones le sobran para celebrar. Aparte de que su hija de 19 años encontró el amor de su vida, un paciente inglés de 82, y abandona el país, el gobierno cometió la audacia de modificar el régimen laboral cubano a través del Decreto Ley 268, que autoriza el pluriempleo.
Se acabó el tiempo muerto jugando dominó en los talleres del Complejo Arrocero Fernando Echenique, en la provincia Granma, y la venta furtiva del cereal. Así como el oficio de fabricar croquetas de arroz, o la pelea diaria por multiplicar el pan, gracias a que los peces abandonaron la Isla.
Su salario podrá respirar casi hasta fin de mes, y no con los aerosoles tradicionales de la ilegalidad.
Según le contaron sus compañeros de trabajo, apareció publicado en el periódico Juventud Rebelde que “de aplicarse con justeza el Decreto Ley 286, el pluriempleo despertará reservas productivas de calidad y excelencia, que andan dormidas bajo disposiciones muy rígidas en el entorno laboral”.
Lo que no dijeron es cómo lo pondrán en práctica. De qué forma un obrero que tiene que permanecer rigurosamente 8 horas o más en su centro laboral, aunque no trabaje, se podrá desempeñar en otra labor.
Además, en cuál centro de trabajo, si todos y cada uno, cuando no están prisioneros de una cadena de impagos, se encuentran bajo el yugo de la improductividad, en la caída libre del exceso de plantilla o en el inalcanzable perfeccionamiento empresarial.
En cuanto a los estudiantes de cursos regulares de los niveles medios y los universitarios, es una broma pensar que tienen tiempo o alguien los contratará a media máquina, si ya graduados se les dificulta la ubicación, o a un ingeniero eléctrico lo ponen a medir la intensidad de las corrientes de aire en un platanal.
A los profesionales de la salud y la educación no se les puede permitir más de un empleo, si con el que desempeñan bien que pueden financiarse el transporte y la merienda de un mes. Pero hay que ser optimistas y aplaudir el nuevo paso. Sin dudas, si restituimos el pluriempleo como un derecho y no una concesión, estamos avanzando.
Aunque la lógica de Ñico se aferra a la mejoría del salario. Por eso piensa que si después de cumplir con su jornada laboral sólo podrá desempeñarse como custodio de ladrillos en un rastro, preferiría la opción de trabajar de noche en un hotel.
Es decir, después que deje al último trabajador en su casa y guarde el Frankenstein frente a la unidad policial, correrá a desempeñarse como mucamo, friega platos, cuida baños, chapeador de jardines en cualquier centro del sector emergente nacional.
De no ser así, sólo podrán sobrevivir los que se mantienen vinculados a la Sierra Maestra. Que en nuestro caso (dice y sonríe con picardía Ñico) es el hotel de igual nombre que alumbra como un sueño imposible la ciudad.
Lo contrario sería, más que un pluriempleo, una pluribobería nacida de la fiebre cartesiana de un escritor cubano cuando dijo: Trabajo, ¿luego existo?
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