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5 de enero de 200
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La bestia que llevamos adentro 

Yosvani Anzardo Hernández 

HOLGUÍN, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Hay tantas razones para oponerse al mal que representa el gobierno cubano, que no puedes caminar las calles de esta isla sin que tropieces a cada paso con una injusticia. Hasta la naturaleza se reciente: el zunzún muere con las flores, el Almiquí partió con sus bosques y nuestra tierra se vuelve paso de los vientos. El Apóstol, que nunca dejó de ser hombre para seguir con nosotros, comprendió el pecado de los cubanos.  

No son 50 sino más de 80 años de dictadura; no son 50 sino más de 100 años de revolución. Y en ese tiempo sólo hemos tenido días de cielo despejado. Nuestra historia se ha debatido entre el paso de una dictadura a la otra, y lo asombroso es que al término de una siempre hemos estado dispuestos a apoyar la siguiente. Revolucionario hoy, esbirro mañana; adulador hoy, idiota siempre. 

Martí lo escribió, no sin dolor, y si no existieran más que sus palabras, serían suficientes para cualquier cubano después de escucharlas corregir su camino y enfrentar la maldad. Escuchen a un hombre que jamás hubiese aceptado más honores que el de regar con su sangre la tierra amada.

“Dondequiera que hay libertad, hay la misma dicha. Y no quiero ver a mi patria; ¡no! víctima de capataces. La prefiero esclava de los demás a verla esclava de sus hijos. Espera, la historia es larga. Hay tiempo de esperar, aunque no lo parece. Prefiero ser yo extranjero en otras patrias, a serlo en la mía. Prefiero ser extranjero a ser esclavo en ella”. 

“Volved, volved por vuestra honra: arrancad los grillos a los ancianos, a los idiotas, a los niños; arrancad el palo al miserable apaleador; Arrancad vuestra vergüenza al que se embriaga insensato en brazos de la venganza y se olvida de Dios y de vosotros; borrad, arrancad todo esto, y haréis olvidar algunos de sus días más amargos al que ni al golpe del látigo, ni a la voz del insulto, ni al rumor.

Hay un solo Martí, meridiano y claro, que no se contradice, que no odió a nadie y al que no hay que venerar, porque el lugar que ocupa entre nosotros es por ser un hombre, no un santo, pero aún sin ser divino, sus palabras golpean con fuerza celestial las cadenas de la tiranía. Bastaron siete palabras de su pluma para que yo fuera expulsado de la sociedad cultural que lleva su nombre. Lastima de hombres hipocrititas, débiles y sin carácter, sobre los que habrá que escribir para que su mal ejemplo por lo menos sirva como muestra de lo que no se debe hacer, y ese sea su aporte al futuro de la patria. 

Este hombre lleno de sentido común, adoró a esta, nuestra enseña nacional, diseñada en los Estados Unidos en 1849, y ella fue al combate por primera vez contra el imperio español, en Cárdenas, en las manos de un oficial español que ya había combatido contra Bolívar. Somos seres humanos y nuestro gran pecado es intentar contra nuestra naturaleza. Martí fue masón y católico y eso no le impidió ver manchas en unos y otros, también demostró ser liberal, antisocialista ardiente, contrario a la dominación imperial y americanista. Fue sencillamente un buen ser humano. 

¿Es difícil serlo? Claro que no. ¿Por qué entonces no estamos rodeados de muchos Martí? Es muy sencillo, juzgamos a los demás por lo que somos y eso nos hace desconfiar del mundo porque no confiamos en la bestia que llevamos adentro.

 

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