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1 de enero de 200
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El capitalismo chino

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Ver para creer. El capitalismo chino es tan inexplicable que visto desde la mortandad cubana, parece cosa de magos o de brujos.

¿Cómo se entiende un país con un solo partido político y una economía de mercado? ¿Cómo se explica que ese partido permita la existencia de millonarios y no de opositores, por muy pacíficos que sean? ¿De qué manera puede comprenderse que mientras construyen el tercer rascacielos más alto del mundo, los chinos censuren páginas Web, como las de Reporteros sin Frontera, Amnistía Internacional y el movimiento religioso y disidente Falun Gong? Todo esto pasa en un país que ocupa el cuarto lugar en la economía mundial, sólo por debajo de Estados Unidos, Japón y Alemania.

En días pasados, y a pesar de que unos meses antes más de diez mil manifestantes chinos protestaran por las calles de Wengan por la muerte de un adolescente de 15 años asesinado por la policía y de que en Taiwán miles de personas repudiaran la visita de un alto funcionario chino llamándolo “bandido comunista”, el gobierno de Beijing se atrevió a criticar públicamente la política sobre derechos humanos que de numerosos países democráticos.  

China es un país de inexplicables contrastes. Allí se fabrica de todo y se falsifican productos de marcas como Chanel, Davidelfín, Dior, Tiffany y Louis Vuitton. El gobierno invierte cuatro millones y medio de dólares en cada traje para los astronautas que realizan misiones al cosmos, mientras existen enormes desniveles económicos entre el empobrecido campo y las pujantes ciudades. Las recientes Olimpiadas de Beijing, fueron un derroche de recursos, disciplina y tecnología que las convirtieron en las más espectaculares de la historia de los juegos.  

También se ven ya las curiosidades propias de los países capitalistas más desarrollados. En un barrio comercial de Beijing, por ejemplo, donde la modernidad se hace presente en las vidrieras y se puede adquirir de todo como en cualquier ciudad de Europa o Estados Unidos, existe una tienda nombrada Light Gray, propiedad de dos jóvenes chinos que cursaron estudios de publicidad.  

Gracias al colega Pablo M. Díez, corresponsal de El País, supimos de esta extraña tienda donde no se vende otra cosa que ¡aire embotellado! O sea, que cualquier chino que esté harto de comprar todo los productos que la tecnología y la industria capitalistas pueden ofrecer, tiene la opción de comprar en Light Gray una linda botella con aire y un mensaje alentador en la etiqueta.  

Según sus dueños, la tienda goza de gran popularidad, y a ella acuden quienes esperan encontrar lo que necesitan en cualquiera de las botellas que allí se venden: optimismo, fuerza espiritual, recomendaciones, etc. Hay hasta un poco de denuncia social. En una de las botellas, por ejemplo, puede leerse una frase irónica: El cielo azul de Pekín, una denuncia a la capa de humo que cubre la contaminada ciudad, tan densa que en algunas zonas la visibilidad es de apenas un kilómetro.  

Ya nada nos sorprende del inexplicable capitalismo chino que rinde culto simultáneamente a Louis Vuitton y a Mao Zedong.

 

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