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La esperanza perdida

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - El río de orina y excrementos se renueva cada día. Lourdes Toirac observa con angustia uno de sus afluentes. No puede hacer otra cosa que aumentar los límites de su paciencia. Las aguas pestilentes inundan el patio y la solución del problema se ha evaporado, definitivamente de su memoria.

Hace más de 18 meses que procura la atención del personal de la empresa que atiende este tipo de casos. Nadie aparece, ni por cortesía, ni con la intención de comenzar los arreglos pertinentes en los conductos de aguas albañales del edificio contiguo.

Entre la neblina del recuerdo está la respuesta del jefe de brigada de la empresa  de Acueducto y Alcantarillado. “No hay herramientas para destupir la fosa”. A pesar del tiempo transcurrido, tal expresión no ha perdido vigencia.

La señora Toirac, ahogada por la incertidumbre y la permanente corrupción ambiental, ha denunciado el percance en la prensa oficial, pero todavía sigue en el papel de víctima.
Por supuesto que vive en Cuba. Es residente de la localidad de Tulipán, ubicada dentro los límites de la ciudad de Cienfuegos, a unos 230 kilómetros al este de Ciudad de La Habana.

Su tragedia no inaugura una etapa de decadencia o lo que también pudiera calificarse como parte de una revolución surrealista. El drama en cuestión, se suma a una serie de hechos incompatibles con la racionalidad que han marcado el destino de un proceso político marcado por la improvisación, la indisciplina y el burocratismo, entre otras anomalías.

La agonía de la señora Toirac se diluye en un mar de eventos de igual o mayor trascendencia. Es muy normal el retraso, casi infinito, en la tramitación de algún problema; el trato displicente por parte de los empleados de un centro comercial o de servicios; o el enfrentamiento a absurdos y engorrosos inconvenientes para efectuar una permuta.

Serían interminables las citas que reflejan lo difícil que resulta en Cuba resolver asuntos que en sí no requieren de elevadas inversiones de recursos humanos y materiales.
El sistema obstruye, complica, tergiversa, malgasta. En pocas palabras, habría que afirmar, sin temor a las equivocaciones, que se encuentra en las antípodas de la lógica.

El vulgar acaparamiento de responsabilidades por parte del Estado, desde los inicios, derivó en la consolidación del descontrol, el desarrollo del mercado negro, la subvaloración del trabajo con la consecuente estimulación del parasitismo social y en muchas consecuencias fuertemente arraigadas en todo el país.

La ideología fue el estandarte principal en la marcha hacia la excelencia. De ahí saltan las fundamentaciones para poner en entredicho la eficacia de un socialismo que hoy no puede garantizar las necesidades más apremiantes de centenares de miles de sus ciudadanos.

El drama del río albañal relatado en este artículo, ilustra un detalle del desolador paisaje que caracteriza a una nación en bancarrota.

¿En qué país, un jubilado vendiendo maní en las calles, obtiene mayor retribución monetaria que un científico? ¿Dónde un fregador de autos vive mejor que un médico? Con cuatro letras se despeja la incógnita: Cuba.

Lo lamentable no es que esto ocurra con la mayor normalidad del mundo, sino sus implicaciones agravadas con el tiempo y la indiferencia de las autoridades.
Ahora pretenden rectificar los extravíos. En el camino al éxito sobran las piedras, las espinas y, por supuesto, los ríos de aguas albañales. ¡Qué lo diga Lourdes Toirac!

 

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