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La esperanza perdida Jorge Olivera Castillo, Sindical Press LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - El río de orina y excrementos se renueva cada día. Lourdes Toirac observa con angustia uno de sus afluentes. No puede hacer otra cosa que aumentar los límites de su paciencia. Las aguas pestilentes inundan el patio y la solución del problema se ha evaporado, definitivamente de su memoria. Entre la neblina del recuerdo está la respuesta del jefe de brigada de la empresa de Acueducto y Alcantarillado. “No hay herramientas para destupir la fosa”. A pesar del tiempo transcurrido, tal expresión no ha perdido vigencia. La señora Toirac, ahogada por la incertidumbre y la permanente corrupción ambiental, ha denunciado el percance en la prensa oficial, pero todavía sigue en el papel de víctima. Su tragedia no inaugura una etapa de decadencia o lo que también pudiera calificarse como parte de una revolución surrealista. El drama en cuestión, se suma a una serie de hechos incompatibles con la racionalidad que han marcado el destino de un proceso político marcado por la improvisación, la indisciplina y el burocratismo, entre otras anomalías. La agonía de la señora Toirac se diluye en un mar de eventos de igual o mayor trascendencia. Es muy normal el retraso, casi infinito, en la tramitación de algún problema; el trato displicente por parte de los empleados de un centro comercial o de servicios; o el enfrentamiento a absurdos y engorrosos inconvenientes para efectuar una permuta. Serían interminables las citas que reflejan lo difícil que resulta en Cuba resolver asuntos que en sí no requieren de elevadas inversiones de recursos humanos y materiales. El vulgar acaparamiento de responsabilidades por parte del Estado, desde los inicios, derivó en la consolidación del descontrol, el desarrollo del mercado negro, la subvaloración del trabajo con la consecuente estimulación del parasitismo social y en muchas consecuencias fuertemente arraigadas en todo el país. La ideología fue el estandarte principal en la marcha hacia la excelencia. De ahí saltan las fundamentaciones para poner en entredicho la eficacia de un socialismo que hoy no puede garantizar las necesidades más apremiantes de centenares de miles de sus ciudadanos. El drama del río albañal relatado en este artículo, ilustra un detalle del desolador paisaje que caracteriza a una nación en bancarrota. ¿En qué país, un jubilado vendiendo maní en las calles, obtiene mayor retribución monetaria que un científico? ¿Dónde un fregador de autos vive mejor que un médico? Con cuatro letras se despeja la incógnita: Cuba. Lo lamentable no es que esto ocurra con la mayor normalidad del mundo, sino sus implicaciones agravadas con el tiempo y la indiferencia de las autoridades. |