: Cuba: La soberanía según a quien convenga 
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La soberanía según a quien convenga 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, (www.cubanet.org) -El acuerdo entre los gobiernos democráticos de Colombia y Estados Unidos, que permite a este último el acceso a instalaciones militares en territorio del país sudamericano, ha sido tildado por Hugo Chávez como un acto de traición. La polémica desatada por el convenio apunta hacia un serio conflicto en la región.  

La pendencia liderada por Hugo Chávez no tardó en atraer partidarios a su bando. Rafael Correa manifestó que Ecuador no tolerará bases extranjeras en su territorio, criticando la decisión colombiana. Por su parte el ex gobernante Fidel Castro se aprestó a atizar el fuego mediante sus escritos y señalamientos hechos en sus últimas apariciones, calificando el contrato como un gesto desleal y lesivo contra la soberanía del continente.  
Mientras la turba pro chavista levanta campaña, una mayoría considerable de gobiernos del área piden explicaciones a Uribe. Respondiendo a un falso concepto de unidad y al anti norteamericanismo militante que algunos profesan, abierta o solapadamente, estos prefieren olvidar las acciones de aquellos que se han dedicado a socavar los principios democráticos de sus países. Pretextando defender la integridad regional frente a la hegemonía imperialista yanqui, han instrumentado la hegemonía totalitaria basada en la violencia y la violación de los derechos fundamentales.   

Fidel Castro, empeñado en los veredictos de la historia, cita a los padres de la independencia, desde Bolívar a Martí, para afirmar que ninguno de ellos, nunca habría aceptado bases militares norteamericanas en nuestras naciones. No aclara si esa postura hubiera sido la misma hacia otras potencias. 

Claro que cuando Martí  cae en Dos Ríos, todavía no se avizoraba la posibilidad de que aquella filosofía en pañales, que el Apóstol caló con aguda visión crítica, se cerniría sobre su Patria. Entonces el peligro latente estaba más cerca, justo en la Norteamérica vital que pugnaba sobresalir en las postrimerías de la época imperialista, caracterizada por la expansión territorial de las potencias.  

Cuando Fidel Castro arrimó  la nación cubana a la caravana comandada por la Unión Soviética, aplicó el mismo argumento de la soberanía, aseverando que se trataba de la defensa contra la agresión norteamericana. Su alianza con las fuerzas del Tratado de Varsovia no solo introdujo en suelo cubano una versión muy similar a la de un ejército foráneo, sino que trajo a nuestras playas los vientos de la guerra fría y casi el desenlace del holocausto nuclear. La decisión “soberana” del régimen castrista incluyó instalaciones dirigidas por los soviéticos, entre ellas un centro de escucha- léase punto de espionaje electrónico- y el proyecto frustrado de una base de submarinos atómicos. Todo en el marco de la soberanía.  

Resulta que estos que gritan en defensa del ejercicio soberano de nuestros pueblos, son quienes menos respetan esa práctica. Insisten en reclamar la independencia de Puerto Rico, ignorando los referendos donde una mayoría boricua decidió mantener el actual estatus do libre asociación. Un número casi igual votó por la integración de la isla a Estados Unidos de Norteamérica. Pero la soberanía aplicada de Castro sólo contempla la parte minoritaria, que no sobrepasa el 4%, que propone la independencia absoluta.
¿Acaso no es un acto violatorio contra la soberanía de un pueblo desconocer el deseo de la mayoría?  

Dónde queda la soberanía venezolana y de sus vecinos en los gestos aperturistas de Hugo Chávez hacia la Rusia de Medvedev, en sus explosiones de fraternidad haciendo maniobras conjuntas e invitando a los europeos a ocupar lugar en ese contexto geográfico.  

También hay que cuestionarse qué lugar ocupa la dignidad de las poblaciones sometidas a la doble guerra que llevan de la mano guerrillas y narcotráfico. Millones de colombianos y mexicanos, los más afectados por esta pandemia, estarán de acuerdo con poner fin al estado de inseguridad que genera tanta muerte. 

Cuando se habla de pretensiones dinamiteras para quebrar la unidad de América Latina, no sólo debe tomarse como referencia a Estados Unidos. Por intereses contrapuestos ese propósito está contenido en las miras totalitarias y caudillistas de aquellos que apuestan por una forma de imperialismo ideológico y el establecimiento de otro tipo de unidad, determinada por la fuerza de la violencia, la mentira, la falta de libertades y opresión, garantía absoluta para la soberanía de los Supremos.  

Por ahora todo queda en el desgarramiento de las vestiduras, deportivas o militares, ante la posibilidad de que se cree un conflicto armado entre hermanos, algo que de ocurrir sería verdaderamente lamentable. Curiosamente el escenario del drama es alistado de antemano.  Chávez denunció en estos días supuestas incursiones de soldados colombianos a territorio venezolano. Pero desde mucho tiempo antes el mandatario bolivariano se prepara a toda marcha para enfrentar unos tambores de guerra que redoblan estridentes en sus oídos. Para ello invierte un capital en comprar tanques, aviones y un arsenal moderno, tan sofisticado, que casi resulta un reto cumplimentar el pedido a los proveedores rusos.    

El primero de septiembre la Humanidad recuerda el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El episodio que desató el horror se originó en un acto de provocación montado por la Alemania nazi. Soldados disfrazados con el uniforme de la policía polaca hicieron un acto hostil desde Gdansk contra el III Reich. Apelando a la violación de la soberanía germana, las tropas del Fürer respondieron invadiendo al país vecino. Es un símil que puede repetirse en cualquier sitio y momento de la historia. 

 

 

 
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