Cuando no duerme la mona

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Las incoherencias de la sociedad cubana serían motivo de risa si no fuera porque tras ellas se esconde el sufrimiento de la nación.

El centinela encargado de cuidar el Parque Central de La Habana es un veterano combatiente de la guerra de Angola. Ahora, su labor fundamental como civil consiste en informar todo lo que sucede en el parque a la policía, y de paso espantar a los que se consideran personas no gratas, sobre todo por sus vínculos con los turistas extranjeros.

El celador cumplió setenta años hace unos días, y uno de sus compañeros de la época verde olivo quiso compartir con él una botella de ron. Nuestro hombre consume diariamente suficiente cantidad de alcohol como para ser considerado un alcohólico. 

Ya en plena borrachera, el celador confundió a un muchacho que descansaba en un banco con un turista y se sentó a su lado; luego de comprobar que ni el joven era turista, ni estaba interesado en sostener una conversación con un borracho, lo agredió verbalmente y lo amenazó con llamarle a la policía. El guarda parque se escapó de recibir unos cuantos golpes gracias a la intervención del amigo y la paciencia del joven.

El amigo del custodio, ex–oficial del ejército, dijo a este reportero:

-Él se transforma cuando está borracho, y persigue a jineteras y jineteros (prostitutas y prostitutos), lo que está fuera de su contenido de trabajo. También se ve obligado a asediar a los turistas para que le dejen caer algunos pesos, pues la pensión que recibe no le alcanza, ni sumando lo que gana como celador.  

El periodista oficialista Pedro de la Oz denunció hace poco el maltrato que recibe a diario la estatua de José Martí que se levanta en el Parque Central. Y se preguntaba el comunicador dónde se meten los encargados del orden público, incluyendo al celador. Cualquiera que se acerque a la estatua comprobará de qué habla el periodista. Por los olores se conocerá la ignominia.

También tiene su sede en el parque la peña beisbolera más concurrida de la ciudad, donde no sólo se habla de pelota. También la política tiene su espacio allí. Cuando el guarda parque no está durmiendo la mona sobre un banco, se entretiene participando activamente de la tertulia.