Crispín reflexiona

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - El viejo Crispín salió al portal de su casa y vio a un perro con un pescado en la boca doblar por la esquina de la carnicería y acercarse. Esa tarde había llegado el pescado de la canasta básica. Evidentemente, el perro robó un jurel de tres libras de una caja que el carnicero estrellaba contra el suelo para que los peces congelados se despegaran. Crispín detuvo al perro en la calle y le habló con dureza.

-¡Oye, tú! ¿Qué haces con eso? ¡Dame acá!

Le quitó el pescado al perro y lo espantó. El animal se marchó asustado. Crispín entró en su casa con el pescado y lo guardó en el refrigerador. Salió otra vez y se sentó en el  portal a vigilar por si pasaba otro perro con pescado. Entonces  llegué y el viejo Crispín me dijo:

-Tengo un tema para ti. ¿Por qué el comandante no reflexiona sobre nosotros?  Que deje el mundo a un lado y con su gran sabiduría nos diga cómo resolver nuestros problemas, que hay bastantes. Para seguir agradeciéndole por siempre. ¿Es que ya no le interesa el pueblo de Cuba? Escríbelo así.

Insistió sobre la frase. No debía quitarle ni agregarle nada, y recalcó el uso de  la tercera persona. Luego me dijo que le diera algo por la idea; que él tomaba ron Havana Club. Le dije que no podía darle algo.

Me dijo que me marchara. Miró hacia todos lados con recelo. Su delirio de persecución no había desaparecido. La paranoia nació en unas fotos que le mostraron hablando conmigo en el portal de su casa. Habían vuelto al viejo militante comunista un hombre temeroso cuando estaba cerca de mí. Volvió a mirar la calle.

-Vete ya. Deben estar filmando desde algún lado.