La magia de la pequeña pantalla

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Aquellos que critican a la televisión cubana por sus informaciones parcializadas son unos pobres de espíritu. Es únicamente en la televisión donde vemos la variedad de la producción agropecuaria, los logros de nuestra revolución y la felicidad de nuestro pueblo.

Allí abundan las papas, las vacas felices exhiben sus ubres rebosantes de leche; las cebollas son tan grandes pueden servir de carroza a Cenicienta. También hay eficientes obreros que diariamente cumplen sus metas y elevan la productividad del trabajo. 
Después de 6 horas sin electricidad en casa, enciendo el televisor y disfruto un reportaje sobre el gran aporte a la generación de electricidad de los grupos  electrógenos instalados en la isla, gracias a una brillante idea de nuestro Comandante, con el fin de evitar los apagones.

Hace unos días, en un programa sobre la alimentación humana, la joven conductora afirmó sin ruborizarse que los cubanos no comen pescado porque no les gusta, a pesar de vivir en una isla. Al escuchar semejante disparate pensé que la conductora hablaba muy bien la norma del español de Cuba para ser nacida en Tasmania. ¡Solamente así se daría crédito al dislate!

Anteayer, sin ir más lejos, pasé por una pescadería donde un pargo cuesta 200 pesos. Tenga en cuenta, amigo lector, que el salario mensual promedio en Cuba no supera en mucho el precio del pargo.

En estos días calurosos de agosto subió la temperatura de la propaganda televisiva contra los Estados Unidos. Un spot de propaganda política utiliza una noticia de CNN acerca del desempleo en USA para significar que en Cuba sobran los empleos.

Una plaza de cortador de carnes y embutidos en una cafetería cuesta (sí, dije cuesta) cerca de 200 pesos convertibles. Claro, si se trabaja con carnes y embutidos, se podrá embutir de productos una mochila entera y venderlos luego en el barrio. En Cuba esos trabajos son muy apreciados ya que en ellos es muy fácil lo que se conoce como “la búsqueda”.

Como el salario no alcanza para vivir, ni la canasta básica tampoco, no queda otra alternativa que buscar los frijoles por cualquier vía. Y lo que ayuda realmente es la “búsqueda” de algo que se pueda vender luego.

Quizás no valga la pena esforzarse para instalar la televisión digital, si con la que tenemos podemos hacer maravillas. Que picaresca y ficción se reúnan para revelarnos el futuro.

Sería magnífico poder apagar el televisor y disfrutar la vida real, pero para eso harían falta muchos cambios.